
Cito en este espacio las palabras de mi hermano Carlos Enrique, médico internista en un hospital en Catalunya. Hace poco le preguntaron para un medio universitario sobre su experiencia en estos días de pandemia. Así contestó:
“…A pesar de los preparativos, nadie imaginó la magnitud de pacientes con cuadros de extrema gravedad que nos llegarían en un corto periodo de tiempo. De la noche a la mañana pasamos a atender de 15 a 20 pacientes por médico, muchas veces en los pasillos de urgencias atestados de camillas por falta de habitaciones disponibles; vestidos con los Equipos de Protección Individual (EPI), que son en realidad varias capas de material impermeable que te pones encima del uniforme, triple guante, gorro, mascarilla de protección, gafas protectoras que se empañan, sin espacio para moverse en ese caos, con mucho calor y la angustia de intentar ayudar a tus pacientes sin tener nada claro, sobre todo en esos primeros días.
… Y sigues teniendo mucho calor, se te pega la EPI a la piel. Tienes sed y ganas de ir al baño, pero te aguantas para ver a un paciente que respira con tanta dificultad que parece que cada una será la última, pero aun así saca fuerzas para decirte que no lo dejes morir, que él quiere seguir viendo crecer a sus nietos y que necesita cuidar de su esposa.
Haces todo lo que puedes por él. Le aumentas el flujo de oxígeno y le cambias de posición para que mejore en algo su respiración. Le das un coctel de fármacos sin saber si funcionarán, pero algo tienes que hacer. Se está muriendo al frente tuyo. Lo ves, y él lo nota. Hablas con la familia, te cuentan que en realidad la esposa es la que lo cuida a él (siempre es así), les dices que no hay nada más que puedas hacer. Lo entienden. No lo aceptan. Te piden verlo. Es imposible. Solo pacientes y médicos entran al hospital. Cuelgas. La sensación de injusticia es insoportable. Te subes una, dos y 3 capas de la EPI, buscas tu celular, vas donde el paciente y haces una videollamada a su hija y su nieto. El paciente se quita la máscara para hablar con el niño porque no quiere asustarlo. Sin el oxígeno se ahoga más, pero lo aguanta. Se despiden. Te despides tú también de ojos llorosos que te dan las gracias. Le das indicaciones a Enfermería. Dices que volverás luego, tienes 10 pacientes más por ver.
… Al cabo de unas horas te localiza la enfermera para que firmes el certificado de defunción. Recuerdas que no has limpiado el teléfono que tu hijo te va a pedir para jugar cuando llegues a casa. Te preguntas si no sería más seguro para los tuyos no volver por ahora.
Limpias frenéticamente el teléfono. Firmas el certificado. Josep. 82 años. Cumplía en agosto. Como tú.
Te siguen faltando 7 pacientes por ver. Sigues teniendo mucha sed y calor.
Las medidas de confinamiento y aislamiento social no han erradicado el virus. Solo hacen que ahora tengamos espacio en los hospitales para que pacientes como Josep no tengan que morir solos en una camilla de urgencias”
A todo el personal médico del mundo le debemos respeto sincero. Por ellos y por Josep.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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