El desconsuelo que la partida de Maradona produjo en muchas personas en distintas partes del mundo, con el obvio foco en la Argentina entera y en Nápoles, trajo consigo la retoma de una vieja discusión sobre si es posible separar el arte del artista o la obra de su autor. Mientras el universo futbolero despedía a, quizás, el más talentoso de sus hijos; otras voces se levantaban en contra de la pleitesía que tanto antes como ahora recibe un ser humano imperfecto, golpeado por las adicciones, supuesto maltratador y otras cosas más que salen de nuevo de debajo de la alfombra. La imagen de Messi con la camiseta de Newell’s y los brazos en alto emulando un gesto de Maradona es tan significante como el gesto de Paula Dapena, futbolista de la tercera división en España, quien se sentó en el piso y de espaldas para rechazar el mandatorio minuto de silencio en el encuentro que su equipo disputaba. Aunque el significado final de uno se ubique en las antípodas del otro, ambos gestos tienen mucha carga emocional y son igualmente válidos como expresión de un sentir o una opinión. El fútbol, duda no cabe, es mucho más que un deporte; y en esa sublimación Diego fue un artista único e irrepetible. Difícil no tener una opinión sobre él.
Podríamos entonces discutir si lo de Maradona es comparable con debates similares alrededor de otros creadores, artistas o incluso próceres. ¿Debe el cobre del ser humano influir en el valor del oro de su obra? ¿Debe el goce y la sensibilidad que la obra produce verse permeada por los demonios del autor? ¿Es posible relativizar y cuándo estaríamos dispuestos a aceptarlo? ¿Por qué le exigimos a artistas y deportistas lo que como sociedad no somos capaces de hacer? ¿Es acaso obligación del director de cine o del futbolista el ser ejemplo para nuestros hijos? ¿No deberíamos ser nosotros el ejemplo?
Y en este caso particular, no es posible pasar por alto lo que Maradona pasó a representar como referente cultural, primero en Argentina, luego en Nápoles y de allí a buena parte del mundo. Más allá de lo futbolístico o la empatía que pueda generar o no el personaje, tratar de conocer y entender el fenómeno Maradona es necesario como parte de escenario cultural y social de los últimos 40 años. Maradona fue el prócer que vengó la derrota argentina en las Malvinas, fue el niño que del barro y el potrero saltó a los reflectores sin olvidar de donde vino y a quien se le debía. Nunca se calló, nunca se acomodó y no dudó en enfrentarse a quien tocara, aún a costa de sus propias piernas. Se equivocó, en el infierno estuvo, al purgatorio llegó apurado y al cielo lo llevaron, a pesar de sí mismo, el fútbol y sus hinchas. Suscribir a Maradona al rectángulo pintado en el césped es errado y facilista. Para intentar entenderlo hay que mirar todo el espectro que va del fuego al hielo.
Diego siempre dijo que era de la gente. La gente es maravillosamente compleja, capaz de todo y de nada. Por algo lo decía. Por algo se le extraña.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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