Esta columna retoma aspectos tratados en un evento organizado por la Asociación Colombiana de Investigadores en Comunicación Social Acicom en el año 2019. El documento original es autoría de quien firma junto con el profesor investigador Juan Pablo Osman Flores.
El cine empieza a iluminar la Costa Atlántica Colombiana desde finales del siglo XIX, primero gracias a Gabriel Veyre y luego con la participación de los inmigrantes que por oleadas llegaban a este rincón del nuevo mundo. Por Barranquilla entraron los Di Doménico antes de radicarse en Bogotá y convertirse en los precursores de la distribución y exhibición en el país, llegó y se quedó Floro Manco, fotógrafo y pionero del documental; y Ernesto Vieco Morote proyectó en esta ciudad y en Cartagena antes de hacerlo en la capital, según lo señala el historiador José Nieto.
Con esas raíces, en la ciudad se desplegaron numerosas salas de cine “de barrio”, con carteleras sujetas a la disponibilidad de distribuidores y necesidades de los exhibidores que, según el mismo Nieto, negociaban por paquetes y con criterios eminentemente comerciales ligados a antecedentes de taquillas exitosas. De la exhibición basada en criterios artísticos o educativos, o lo que también conocemos como “cineclubismo” se empezó a hablar con la “Sociedad Fílmica” que en 1946 conformaron Francisco Obregón, Alfredo de la Espriella y Jaime Muvdi Abufhele; el “Cineclub de Barranquilla” que creó Álvaro Cepeda Samudio en 1956, y el “Nuevo Cine Club” de 1972 con el apoyo de la Alianza Colombo Francesa y la coordinación de Braulio de Castro.
Estas y otras similares iniciativas prepararon el camino para que en 1986, hace ya 35 años, se fundara la Cinemateca del Caribe. Tiempo después vería la luz su entidad hermana Cedac, o Centro de Documentación Audiovisual del Caribe; y juntas han venido trasegando y procurando fomentar en la ciudad y la región el gusto por el cine como arte, memoria y objeto de estudio. Como tanto se ha comentado en estas mismas líneas en ocasiones anteriores, la imagen en movimiento como testigo del devenir de una sociedad en un periodo determinado se convierte en un elemento preponderante y esencial para entender de donde venimos y proyectar el camino por que el pretendemos ir. Así entendido, la Cinemateca es más que una sala a la que acudir a ver filmes que no llegaron a cartelera. Si bien la exhibición y formación de públicos es importante, la trascendencia del esfuerzo por mantener durante 35 años con enorme trabajo una entidad cultural como la Cinemateca radica precisamente en la importancia de mantener viva y activa la memoria, al tiempo que se comparten otras maneras de ver y relacionarse con el mundo.
Mucho se ha hecho con poco. Mucho queda por hacer. Mantener en movimiento el carrete de la memoria es tarea titánica en una sociedad como la nuestra. Felicitaciones por los 35, y que sean 350 más, ojalá con una ciudadanía más pendiente y participativa.
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@alfredosabbagh