Se va acabando el año. O mejor, EL año. Fácil sería tratar de borrarlo de la historia tal y como lo intentaron con Eróstrato, culpable del incendio del templo de Artemisa en Grecia 300 años antes del siglo cero, y de quien se decretó nunca volver a mencionar su nombre. Claramente el decreto no funcionó, como tantas otras cosas que se ordenan por decreto. Por decreto también parece que quieren convencerlo a uno de votar por tal, creer en tal otro, negar tales cosas, o no preguntar por otras más. Eso es otro tema, o quizá sea más de lo mismo. Este año todo lo confunde, vea usted.

En todo caso, y como el año todavía es, no barramos tan rápido de la alfombra lo que nos va dejando, porque de todo se aprende y todo significa. En lo local arrancábamos pensando en la Asamblea del BID, la Copa América y las eliminatorias al mundial como eventos macro para seguir vendiendo la imagen de ciudad moderna e imparable que la rejuvenecida plutocracia del feudo ha repetido incansablemente desde hace una década. Imposible negar la importancia de esos eventos, pero imposible también seguir escondiendo las desigualdades sociales, la modorra mental y el acomodo sin ideología que se asoma en las cada vez más numerosas grietas de las obras construidas por los amigotes. Se controló la fiebre, pero no la enfermedad. Se maquilló la herida, pero ahí debajo está la cicatriz; y poco a poco, pero cada vez más, la ciudadanía se atreve a preguntar. Lamentablemente, la plutocracia tiende a contestar con arrogancia o con el silencio. Igual saben que tarde o temprano tendrán que responder.

Y en lo nacional, en medio de una crispación peligrosa y una evidente polarización entre extremos tan ridículamente parecidos en lo sectario, el gobierno (¿?) central se la pasado repartiendo palazos a la piñata sin todavía darle de lleno. Caminamos en la cornisa de la pérdida de las garantías de la democracia mientras se sigue aplaudiendo o pasando de agache ante el descontrol exacerbado de algunos representantes de la fuerza pública, con consecuencias dolorosas y heridas aún abiertas. Caen por todas partes líderes sociales mientras se emite un inocuo programa de televisión que poco o nada importa. En el legislativo la preocupación se concentra en los siempre voraces apetitos de los tragaldabas cínicos que se rehúsan a dejar de cobrar unos gastos de viaje que no usan; y eso tan solo por citar uno de los ejemplos de la inoperancia con que esa hoguera de vanidades se presenta ante el país. Senado desafinado, literalmente hablando.

Y como se anotó en este mismo espacio hace unas semanas, los supuestos sectores políticos llamados a convertirse en opción electoral se la pasan peleando entre ellos. Ese canibalismo histórico pinta para volver a ser el jefe de campaña del continuismo. Queda poco tiempo para que se den cuenta del horror que andan cometiendo por culpa, una vez más, del ego.

Viéndolo en perspectiva, todo esto es posible que igual haya pasado. No toda la culpa es de la pandemia.

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@alfredosabbagh