Oficialmente resta poco más de un año para las elecciones locales y departamentales. Aunque en el papel puede que falte mucho, lo cierto es que desde ya toman particular importancia luego del resultado de las presidenciales y de lo que pueda avanzar el gobierno Petro en su programa de trabajo. No se precisa ser experto para vaticinar la aparición en procura de consolidación de propuestas regionales que busquen replicar territorialmente lo que pasó nacionalmente. El camino es muy complicado: Romper en lo local con una tradición de clientelismo, gamonalismo, voto amarrado, planillas y tejas demorará tiempo y exigirá educación. Lo primero no hay y a lo segundo no se le invierte porque es malo para el negocio. Así pasa y así nos va.

Centrados en lo local, se necesita urgente madurar una propuesta seria, argumentada y posible que le haga frente al olímpico unanimismo, anquilosado en un discurso con cada vez más fisuras que las del concreto que se ve en las obras mal hechas o inacabadas de las que sin pudor sacan pecho. Vendieron y les compraron una idea de desarrollo basada en el propio interés y la falsa apariencia, apelando a frases de libro de autoayuda que hablaban de prosperidad y florecimiento mientras las desigualdades sociales iban en aumento y se escondían debajo de renders y el tapete de cemento del que tanto se ufanan. Entre otras, ese tapete raído está lleno de huecos a la espera de licitación para reparcheo, esa que casualmente parecen contratar justo cuando empieza la temporada de lluvias…

Volviendo al tema central, la ciudad y sus ciudadanos requieren y reclaman un debate abierto, amplio, de frente, con ideas y propuestas claras, con datos, con claridades presupuestales presentes y futuras en los poco halagadores escenarios que la economía mundial depara en los próximos años, con los reflectores puestos en el detalle de lo que se hizo, quién lo hizo, cómo lo hizo y cuánto costó. Y de la mano con lo anterior, se necesita igualmente elegir un concejo serio, propositivo pero no acólito, que acompañe pero que pregunte y ejerza control político cuando sea pertinente, sin rodilleras y también sin armaduras distintas a la ética y el buen criterio.

Siendo realistas, y volviendo a lo anotado en el primer párrafo, es muy complicado para no decir que imposible que las malas costumbres electorelas desaparezcan tan rápido, y menos cuando la ignorancia y el hambre mantienen esclavizados en nuestro contexto a buena parte del censo de votantes. Por más tormentoso que parezca el camino, es importante intentarlo. Un buen primer paso sería amarrar los egos y construir una agenda común alternativa que promueva y obligue el debate, que pregunte y busque respuestas, que motive a no seguir comiendo del cuento, que no se deje encandilar por el falso brillo del cobre, que sea fruto de un verdadero ejercicio de participación ciudadana, donde cada voz sea y se sienta importante.

Resta poco más de un año.

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@alfredosabbagh