Hemos estirado tanto lo ética y socialmente aceptable que las llamadas “justas proporciones de la corrupción” terminaron por igualar la escala real del mapa. Eso pasó en nuestras narices y con nuestro permiso mientras crecíamos en medio de una cultura traqueta que premiaba el atajo, endiosaba la viveza y empeñaba alma, cerebro y votos al mejor postor. Tan poca estima por nosotros mismos tenemos que a cualquiera que fabrique o cargue en el bolsillo un espejito de colores terminamos por endiosarlo, rogarle bienaventuranzas, aplaudirle que pose de salvador de lo mismo que dañó, o prometerle servicio eterno en la corte paga de plañideras que le sostiene el ego cuando algo se lo toca. Peor aún es que la mayoría opta por mirar al otro lado.

En el nuevo capítulo local de esta célebre serie, la ceguera selectiva se acompaña de la maniquea postura que busca defender a conveniencia las líneas que separan lo público de lo privado. En lo que respecta a este servidor, lo relevante de las declaraciones de la señora Merlano pasa inefablemente por las acusaciones que realiza en contra de los Char y otros representantes de las castas políticas anquilosadas en el poder gracias al remedo de democracia que sabemos se escenifica en cada jornada electoral. Los detalles de la relación que la señora Merlano y el candidato Char se me tornan irrelevantes al tiempo que sospecho de la trascendencia que han tenido. Como pruebas de lo cercana de su relación sobraba semejante exposición, máxime cuando el cuento estaba más que masticado en mentideros de todos los estratos. Por eso mismo quedarse allí es inocuo. Es necesario trascender y preguntar, o seguir preguntando, por lo fundamental y posiblemente causal de acusaciones formales por parte de las autoridades competentes.

Y de esto preocupa, y hasta frustra, el “mutis por el foro” de algunos medios de comunicación o líderes de opinión. Por miedo o por conveniencia parece que la decisión fuera seguirle el juego al silencio que ha caracterizado la campaña de Char; silencio solo interrumpido por lamentables piezas de Tik Tok o lisonjeras entrevistas que poco o nada dicen. Puede que en otros tiempos, afortunadamente cada vez más idos, ese silencio fuera suficiente arropo. Ya no. El empoderamiento ciudadano en redes y loables esfuerzos de periodismo independiente derivan, afortunadamente, en que resulte imposible pasar de agache. No responder es una respuesta peor que evidencia el temor, la falta de preparación y la poca coherencia discursiva. Eso lo saben ellos y lo sabemos nosotros, aunque ellos pretendan seguir insistiendo tercamente en cerrar boca, ojos y oídos. Por más que aprieten, igual sentirán el estruendo de la caída de la estatua desmitificada. La base de barro cedió y sigue cediendo. Falta ver si es suficiente.

Toca decirlo, toca preguntarlo, toca confrontar con argumentos, pedir respuestas y seguir formulando preguntas. Toca, como siempre, dudar. Toca decirle que deje de esconderse y que responda.

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@alfredosabbagh