La noticia pasó relativamente desapercibida en los medios nacionales, tapada por los naturales embrollos de este intento de país que se debate entre los egos desenfrenados de sus dirigentes, la modorra mental de los dirigidos, y la apatía de una ciudadanía que optó por ver y no actuar: Facebook le habría presentado a importantes medios informativos mundiales, como el Washington Post y Bloomberg, una muy generosa oferta económica para poder acceder de manera prioritaria a ciertos contenidos noticiosos de primer orden, mismos que serían dados a conocer al público a través de la citada red social como primera ventana. La millonaria oferta busca posicionar un servicio noticioso de alta calidad dentro de Facebook que motive a sus usuarios a ingresar y mantenerse conectados por más tiempo.

Esto puede entenderse de dos maneras: Una más simple, que la contemple como una operación más de oferta y demanda de servicios dentro del desarrollo de la libre empresa; u otra más preocupada por el manejo de la información, los eventuales filtros que pueda tener su difusión y consumo, y el manejo posterior que de los datos de los usuarios realice Facebook. ¿Quién determina la pertinencia o relevancia de determinadas noticias? ¿Se fijarán barreras geográficas de acceso a contenidos noticiosos? ¿Cómo se comportarán los famosos algoritmos? ¿Será necesario conectarse según los actuales y poco claros procedimientos de manejo de información confidencial para acceder a determinadas noticias? ¿Toca cambiar privacidad por información?

Los datos mal manejados se han vuelto armas de destrucción tanto masiva como individual en estos tiempos de anarquía digital que vivimos; y los botones de disparo están en las oficinas de multinacionales desreguladas que las venden al mejor postor. Cualquier decisión que tomamos en el universo digital queda grabada en nuestra hoja de vida en código binario. Esa es la “huella digital” de la que hablan los expertos y de la que es casi imposible escapar; y que incluso sobrevive a la muerte física. Nuestras huellas le sirven a aparatos del poder para predecir nuestro comportamiento y reacciones ante determinadas situaciones sociales. Así se eligió a Trump y se votó la salida del Brexit. Así se manda a votar berraca a la gente.

Vivimos bajo la dictadura del gran ojo digital que nos permite estar conectados y sentir que tenemos acceso universal a la información a cambio de ceder nuestra propia conciencia. Bajo la apariencia de acceso libre, esclavizamos nuestras decisiones a las recomendaciones solapadas de un robot. Nos alimentamos de “likes”, de “shares”, de “follows”. Lo que parecía un capítulo de ficción en Black Mirror es más real de lo que pensamos.

Lo peor es que no hay mucho que se pueda hacer, salvo fomentar un intercambio responsable y mesurado de información en el mundo digital. Por lo pronto, les invito a compartir esta columna por sus redes sociales. Al lado de mi nombre, aquí abajo, está mi usuario en twitter. Saludos.

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