Una conocida multinacional de la tecnología utiliza este concepto para promover las virtudes de uno de sus últimos productos. En el comercial televisado vemos a personas celosas de sus cosas, su espacio y sus silencios; y la idea es que con ese mismo celo se escoja un teléfono celular que ayude a guardar la privacidad. De hecho, en el comercial se habla del celular como el aparato donde “tienes tu vida”.

Mucho de cierto, y lo mismo de preocupante, tiene la frase. Los móviles han pasado a ser extensiones de la memoria a la vez que acceso a un mundo virtual donde se es en la medida en que se publica en simultáneo con lo que se vive. Hasta se pudiera decir que el “presente” se conjuga cuando pasa lo último. A diario dejamos huella de nuestros pasos con fotos, tuits, publicaciones en el muro o cadenas de mensajes. Cambiamos sin trauma la voz y el apretón de manos por el audio grabado y el emoticón. No es ni bueno ni malo. Es distinto. Y nos toca entenderlo, estudiarlo y asimilarlo.

En ese proceso es muy importante darse cuenta de los riesgos que la sobreexposición digital trae aparejados. El que nuestro ADN binario esté, literalmente, presente en todas partes (porque lo está) es alimento para el ego, como alimento le parece a los peces la carnada en la punta de los anzuelos. El que se esté convirtiendo en indicador de éxito el número de seguidores y likes que una publicación en redes logra ya dejó de ser un capítulo de Black Mirror. De cada uno de nosotros hay un “otro” en una nube del que no tenemos control por más que nos quieran vender la idea contraria. Allá no hay privacidad, y si allá no la hay, poco importa que la haya aquí.

El tema no pasa únicamente por fotos o videos. Para que se puedan usar muchas (todas, tal vez) aplicaciones que instalamos en los móviles debemos dar permisos de acceso a directorios de correos, contraseñas, micrófono y/o cámara. Le damos a un conjunto de códigos sin rostro acceso infinito a la puerta por la que nos comunicamos y alimentamos a ese “otro” digital en que nos quisimos convertir.

¿Privacidad? Lo que conocíamos con ese nombre ha pasado a ser una utopía. En el mundo digital no hay esferas que separen lo público, lo privado y lo íntimo. Todo se ha revuelto. Todo está allí. En la medida en que lo tengamos presente y lleguemos a acuerdos mínimos de respeto y convivencia, podremos adaptarnos más rápido.

Adaptarse es el camino, porque salir es imposible.

Pd: Muy interesantes las conclusiones a las que llegaron los investigadores del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes, comentadas en una entrevista publicada en la revista Semana. Es claro que los colombianos reaccionamos con emoción y por el afecto antes que por la razón y las ideas. Así decidimos y así nos convencemos, o queremos convencernos, de las razones para hacerlo. Eso lo saben bien los que de verdad mandan, y nos usan. Pan y circo. Como siempre.

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@alfredosabbagh