Dicen algunos observadores, que la democracia consiste en la competencia.

Su paradigma es que entre más opciones haya, más tendrán de dónde escoger los ciudadanos.

Se trata de una ecuación que funciona cuando uno no tiene un candidato, o candidata, que encarne su ilusión de una sociedad mejor. O ¿los demócratas necesitaban más alternativas antes de escoger a Barack Obama para las elecciones presidenciales de 2008 o los comicios de 2012?

Pues, la otra premisa válida es que no tiene sentido buscar entre barajas inexistentes otros nombres que ayuden a sopesar lo que está felizmente decidido.

Ese, a mi juicio, es el caso de Elsa Noguera en el Atlántico. Su nombre, más que la imposición de unos políticos, reúne el consenso de una región que busca procesos de transformación para derrotar el atraso y la pobreza.

Su gran activo radica en la experiencia, que ha acumulado a lo largo de una notable trayectoria pública tanto en la nación como el Distrito de Barranquilla.

Lo que anima a los atlanticenses es su gestión asertiva, en momentos en que la ciudad que gobernó y el país donde fue Ministra, demandaban un liderazgo robusto y consistente.

Pero en política, pregonan los mismos observadores, nada está decidido hasta cuando es decidido.

Y tienen razón. Aun así, esa democracia, que se enriquece con la participación de varios o de muchos, necesita nombres que inspiren confianza.

La izquierda cree haberla encontrado en Nicolás Petro Burgos, el hijo de Gustavo Petro. El joven aspirante fue noticia en estos días por la foto en la que aparece el lado de Alejandro Lyons, el exgobernador de Córdoba destituido e inhabilitado por 15 años debido al desfalco de recursos de regalías en el departamento.

No voy a reparar en ello. Por principios siempre he considerado que los asuntos de la justicia los decide solo la administración de Justicia.

Lo que sí debo observar es que Nicolás no puede presentarse a unas elecciones regionales, usando como único activo ser hijo de quién es.

Petro, papá, tiene un patrimonio político en el Atlántico, donde ganó en la primera y segunda vuelta presidencial. Bueno, si aún lo conserva después de decir que los costeños éramos unos vende-votos y que por nosotros perdió las elecciones. Ahora, si hemos de decidir entre varios o entre dos candidatos, necesitamos propuestas que trasciendan el nombre de controvertidas figuras nacionales.

Por lo pronto, lo único que hay es una actitud revanchista, que está claramente señalada en la carta de invitación de los promotores cuando hablan de enfrentarse al “apetito voraz de una clase política dirigente que solo piensa en concentrar el poder en una casta hegemónica y excluyente.

Los atlanticenses, si me lo permiten, no necesitan un candidato que intente derrotar a una casa política sino uno, o una, que sea capaz de garantizar efectivamente el bienestar de sus habitantes.

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@AlbertoMtinezM