Hasta donde sabíamos, se llamaba cachacolandia.
Aquel era un país de gente poderosa, que miraba de reojo a todo lo que se extendiera más allá de sus fronteras.
Desde allí se manejaba todo: la industria, los impuestos y, aunque usted no lo crea, hasta nuestro mar.
Los de Cachacolandia, en efecto, eran los gerentes de los puertos, la armada y la flota mercante.
Allá, por supuesto, estaba la industria y el gran comercio formal. A nosotros nos dejaban el contrabando que les servía para llevarse un presente cuando venían con sus nalgas escurrías a vacacionar por estos lares.
Los presidentes y los ministros, salvo contadas excepciones, eran cachacos. Y nuestros alcaldes y gobernadores eran lo que ellos determinaban.
Cuidadito se nos iba a ocurrir asomarnos al Palacio de Nariño, porque el poder –era claro– se lo repartían entre Bogotá-Cundinamarca, el Valle del Cauca y Antioquia.
Hasta tuvimos que renunciar a la celebración de la independencia de nuestras provincias, porque un decreto nacional determinó que había que conmemorar los frágiles sucesos de la esquina de la séptima con 11.
El manejo de la economía era el que convenía a los productores de la materia prima que se producía a más de mil metros sobre el nivel del mar. Las políticas macroeconómicas, de contera, estaban inspiradas en la infinita sabiduría de la burocracia con corbata.
De nosotros, si acaso, valoraban el vallenato, cuando se pegaban sus borracheras homéricas en el festival del valle de Upar. Ah, y las piernas de los negros de la costa cuando metían los goles que llenaban de emociones sus tertulias pasadas con pola.
Pero ahora resulta que el país fantasioso es el nuestro. Nos llaman Charalandia.
Todo, porque que un día empezamos a manejar con autonomía nuestro futuro y, para más piedra, lo hicimos bien.
¿Qué es lo que les molesta? ¿Que Barranquilla sea un modelo nacional? ¿Que tengamos el mayor número de colegios del país con estándares de calidad? ¿Que hayamos empezado a derrotar la pobreza con mejores cifras que el resto del país?¿Que hayamos resuelto el problema de los arroyos que ellos no pudieron cuando eran los dolientes de las escorrentías? ¿Que seamos la ciudad más sensual para los inversionistas? ¿Qué tengamos un presidenciable?
Charalandia porque, para deslegitimar lo que hoy somos, nos dicen que vivimos bajo el sometimiento de los Char.
Irrespetuosos.
A Barranquilla solo le bastó el detonante que le dieron estos últimos gobiernos, para volver a ser la ciudad próspera que marcó su génesis.
Valoramos lo que ha hecho la era Char-Noguera, pero tenemos las riendas de lo que sigue. ¿No vieron lo que pasó con el fulano que arrojó basuras en un arroyo?
Pues de eso se trata. Nuestro desarrollo apenas está empezando y para que no nos pase lo de los cachacos que van quedando reducidos a epítetos de descalificación, hemos decidido que a Barranquilla no la pare nadie. ¿Entendieron?
albertomartinezmonterrosa@gmail.com
@AlbertoMtinezM
Más Columnas de Opinión
Junior y la sanción a Jorge Duarte
En los más de cuarenta años que he estado en la industria de los medios de comunicación, el fútbol siempre ha sido la misma historia. Los temas del Junior de Barranquilla, por partidos accidentados y fallos arbitrales, siempre se maximizan y s
La pobreza energética, un mamotreto de tareas
De Mamotreto, del latín mammothreptus, cuyo significado literal es criado por su abuela, deriva “abultado o gordito”, por la creencia de que las abuelas crían niños gordos. Hoy tiene tres usos: armatoste (objeto grande), libro o l
A cuidar las marchas
Las marchas y manifestaciones han desempeñado un papel crucial en la dinámica de los cambios sociales a lo largo de la historia. Estos eventos han sido catalizadores potentes para transformaciones sociales y políticas, y van más allá de la le
¡Lee la naturaleza!
Para quienes compartimos que Dios es el creador del universo y de la vida o para quienes no lo aceptan, lo único claro es que, de todos los seres vivos existentes en la naturaleza, el único que tiene la capacidad de comunicarse con sus semejante