Antes de salir a marchar este 21 de noviembre, tenga en cuenta que esta es una protesta pacífica y no violenta. Eso es lo que, al menos, esperamos todos.
Cuando salga de los puntos acordados será una protesta legítima. No lo sería, en cambio, su utilización con fines anárquicos.
Habrá quienes acompañen la protesta y quienes nos abstengamos de hacerlo. ¿Saben por qué? Por la reivindicación de la libérrima decisión de los seres humanos de escoger lo que nos place.
El que unos vayan a las caravanas, entonces, no los hace bandidos ni terroristas; como los que se quedan no serán ni esquiroles ni vende patrias.De hecho, muchos intelectuales pacifistas, indignados por la falta de liderazgo del país, se concentrarán en varias ciudades; muchos otros permanecerán en sus casas porque creen que la inconformidad ya se hizo sentir a través de las redes sociales y las muy críticas encuestas de favorabilidad del Presidente.
Los que agiten consignas y porten pancartas –sépanlo– no serán revolucionarios con la intención de destronar al presidente Iván Duque (aunque algunos así lo deseen); y los que se queden a trabajar o a ver las noticias por televisión no pueden ser asumidos como ciudadanos sin moral a los que nos les duele el país en el que habitan (porque entre ellos hay, inclusive, quienes cuestionan a Duque por su falta de decisión para gobernar).
Aquí no habrá ni uribistas-duquistas ni petristas-santistas. Es un insulto hacer ver que el país solo tiene esas dos opciones políticas. Tampoco está claro que Petro sea lo mismo que el estadista que nos gobernó entre el 2010 y el 2018 o que Duque, a pesar de las cercanías, sea el expresidente antioqueño.
No. Nuestro dilema no es si somos izquierdistas o gente de derecha, pues eso sería condenar nuestro carácter pluriétnico y multicultural, que también existe en la política.
La protesta, es mi llamado, no puede dividir al país entre buenos y malos. Esa dicotomía maniquea sentencia a una nación que aún no termina de sobreponerse a períodos aciagos de su historia. Ahí tendríamos que preguntar ¿qué hace el bien y qué hace el mal en la protesta? ¿Acaso es la consonancia kantiana con el imperativo de la ley moral? ¿Acaso el principio hedonista de bendecir a todo lo que causa placer?
¿Saben lo que sí es perverso? Que una protesta legítima y pacífica polarice al país de la manera que lo viene haciendo, por cuenta de la insensatez de algunos, esos sí, apátridas, inmorales y oportunistas, que desde sus orillas irreconciliables aprovechan la revoltura del río nacional para hacer apuestas ideológicas recalcitrantes.
A eso me opongo. Por eso, respeto a quienes van a las calles el próximo jueves. Para ellos deseo respeto y consideración por parte de las fuerzas extremas que ojalá no se cuelen entre los protestantes. Pero yo no voy. Ese día buscaré un espacio para reflexionar, pues creo que ante tanto alboroto divisorio, lo que en verdad hace falta es escucharnos a nosotros mismos.
albertomartinezmonterrosa@gmail.com
@AlbertoMtinezM
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