Todos los candidatos debieron ser como Lucía Tous: sensible, pulcra y conciliadora.
Desde que anunció su postulación a la Alcaldía de Sahagún tuvo que enfrentarse a los ataques.
Sus enemigos políticos le dijeron de todo. Ni siquiera tuvieron consideración con su condición de mujer.
Pero Lucía no se dejó tentar y, a pesar de la irritación que producía entre sus allegados los memes y las noticias falsas, mantuvo la cordura.
Por delante siempre echó la recia convicción de sus principios y una fuerza espiritual vigorosa.
Pero lo que más destacó su andar en estas bregas tan complejas y difíciles, fue su resistencia a la polarización; la suya, por el contrario, fue una actitud de respeto permanente a la diferencia. Si se quiere, una voz distinta que se levantó en medio de las peloteras de las dirigencias locales y nacionales, para decir que nadie es dueño de la razón y mucho menos del poder supremo de imponerla.
Fue la misma fórmula que usaron Carlos Fernando Galán, en Bogotá; Orlando Benítez, en Córdoba; Elsa Noguera, en el Atlántico, y Jaime Pumarejo, en Barranquilla, con campañas limpias que nunca colapsaron por los discursos desintegradores y violentos. De ahí los resultados que veremos el próximo domingo.
De vuelta, la principal crítica que le hicieron a Lucía es que no tiene experiencia administrativa, no obstante el trabajo de más de 20 años en favor de los niños, ancianos, mujeres y jóvenes del pueblo, a través de su fundación Taller de sueños.
De hecho, la candidatura surgió del clamor de esas comunidades, cansadas como estaban de la politiquería que se robaba al pueblo con descaro infinito.
A ella nunca se le vio haciendo promesas improcedentes ni comprando los votos que captan con sus fastuosas billeteras los demás aspirantes.
En cambio, visitó todos los días los barrios y corregimientos, casa por casa, escuchando los anhelos de los ciudadanos y plasmándolos, de regreso, en la propuesta de gobierno que ejecutará cuando la Registraduría la proclame.
Quienes la acompañaron en ese recorrido dijeron que vieron llorar a las mujeres cuando Lucía entraba a sus casas y les hablaba. Posee, dicen, un carisma natural que permite conexión inmediata con la gente.
Mientras sus contrarios se afanaban por los famosos tarimazos de cierre de campaña, ella siguió en la calle, socializando su propuesta humana y nutriéndose con la alegría y el entusiasmo de quienes la siguen.
Es claro que no hizo ni es una política tradicional. De hecho, se formó política a la fuerza, inspirada en el trabajo social. La democracia, desde su perspectiva, no podía ser concebida nunca como una disputa, y lo cumplió cada día.
Lo increíble es que una mujer no política haya enseñado a todos las maneras correctas de ejercer la política.
Por eso, esta columna está dedicada a ella y a todos quienes, faltando unos días para las elecciones, nos hicieron ver que la actividad pública es apenas el bello arte de servir.
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@AlbertoMtinezM