Fitch Ratings es una de las tres calificadoras de riesgo que estableció en 1975 la Securities and Exchange Commission de Estados Unidos, con el fin de medir el grado de riesgo que tendrían los inversionistas a la hora de exponer sus capitales.
Las otras dos son Standard & Poor's y Moody’s.
Lo que hacen las tres, esencialmente, es medir las condiciones de un país, ciudad, sector o empresa y establecer una especie de sistemas de alerta. Si, ejemplo, existe la probabilidad de que uno de ellos “en general faltará en la mayoría de sus obligaciones”, recibe una nota D. Si, en cambio, garantiza la seguridad de cualquier inversión, obtiene una calificación AAA.
Como es de suponer, en D están las peores y en AAA las “de calidad, fiables y estables”. Estamos hablando de buenos y malos pagadores.
¿Por qué son importantes estas calificaciones?
Porque casi nunca los países, ciudades, sectores o empresas son autosuficientes. Necesitan del crédito financiero.
Si la nota es mala, los bancos no prestaran y si eventualmente llegaren a hacerlo exigirían condiciones muy caras en términos de plazos e intereses.
Pues bien: Barranquilla acaba de obtener, por tercer año consecutivo, la calificación AAA de Fitch Ratings.
Eso significa varias cosas. Primero, que la ciudad consolidó el proceso de saneamiento financiero que empezó en el año 2008, cuando debía 1,4 billones de pesos, la inmensa mayoría de ellos con cargo a vigencias futuras, y sus ingresos, que eran aún más limitados por los embargos constantes de los despachos judiciales, llegaban apenas a 660 mil millones de pesos.
Barranquilla estaba, literalmente, en quiebra. No tenía recursos para funcionar ni cómo conseguirlos.
Con el saneamiento fiscal, que implicó una compleja y meticulosa arquitectura financiera, el Distrito redujo gastos, aumentó ingresos, pagó acreencias y salió de ley 550 (justamente la ley de quiebra).
Así recuperó la confianza de bancos, gobierno nacional y sus propios ciudadanos, de manera que activó lo que en economía se llama circulo virtuoso, pues de cada lado llegaron ingresos que permitieron el impresionante despliegue de desarrollo que todos le reconocen.
Hoy debe menos de lo que debía hace 11 años, con un elemento adicional: su ingreso es cinco veces superior al que tenía entonces.
De ahí la calificación, que no solo significa que los bancos le presten sin problemas, sino que lo hagan con la tasa de interés más económica del mercado y con los plazos más amplios.
Por eso Barranquilla está hoy en condiciones de dar el paso definitivo al mercado de capitales.
Con los activos de reputación que le acompañan, debe salir a bolsa con papeles propios y conquistar las condiciones que se merecen organizaciones “de calidad, fiables y estables”. La ventaja es que ahora serán los barranquilleros, y no los bancos los que estipulen los términos en que pagarán su propia deuda. Ni más ni menos.
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