No creo que Nicolás Maduro sea un tipo tarado. Ni que detrás de él no haya gente pensante.
Lo vi en la entrevista que le hizo Jordi Evole. Y la percepción que me generó es que es un dirigente estructurado, que tiene claro cuáles son las posibilidades de mantenerse en el poder y mide con precisión los riesgos.
Sabe que Venezuela es una nación estratégica para los intereses de América y qué hay detrás de la cacareada “estabilización del país” que procuran algunas naciones. Es más: por el corredor humanitario anunciado en los últimos días pueden venir los alimentos que faltan y las primeras tropas que intentarán derrocarlo. Eso también lo sabe.
A esa cabeza que algunos consideran cerrada, le cabe igualmente la crisis del país. La de antes de Chávez, cuando Venezuela era una de las naciones más inequitativas del continente con un 70% de pobreza en campos y ciudades, y la de ahora.
Tiene una manera muy particular de leer lo que hoy pasa, y, claro, se lo achaca al bloqueo que los enemigos han creado alrededor de las fronteras, pero es consciente de que casi 5 millones de venezolanos han salido del país y que pueden ser determinantes para un desenlace fatal del socialismo del siglo XXI, bien porque participen en una conspiración o porque terminen fastidiando a las naciones que hoy los acogen.
No. Nicolás Maduro no es bruto. Se hace, que es otra cosa.
Esas burradas con las que aparece cada cierto tiempo, son estratégicas.
Lo ensayó el día que dijo haber hablado con un pajarito en el que había reencarnado su mentor Hugo Chávez y lo ratificó luego cuando reivindicó la equidad de género con aquello de “millones y millonas”.
Aquello funcionaba.
Ahí encontró unas perfectas cortinas de humo, que fue desplegando cada vez que los problemas de su país se profundizaban o su guardia repelía con violencia alguna marcha, o sus acciones escandalizaban al mundo con alguna violación a la libertad de prensa.
Para comprobarlo solo hay que revisar los momentos últimos en los que se le ha dado por amenazar al presidente norteamericano Donald Trump con un inglés mascado.
No podemos equivocarnos. Maduro sabe lo que hace, así por momentos parezca que no sabe para dónde va.
No me cabe la menor duda de que es perfectamente consciente del momento en el que está y de que Venezuela puede ser el teatro de una tercera conflagración mundial.
Le apuesta al temor que produce la guerra. Creo de hecho, que eso es lo que lo mantiene.
¿Qué está muy cerca el final en Venezuela? No estoy tan seguro. No porque no sea factible su salida, sino porque los problemas de los vecinos no se resuelven de esa manera. De eso también dan cuenta los escenarios que maneja.
Lo que digo, en fin, es que no hay que subestimar a Maduro. Ni a sus intenciones.
Porque no hay nada más peligroso que un burro con poder. Perdón. Sí. Es más peligroso un burro que no lo es y al que conviene que de vez en cuando así lo crean.
@AlbertoMtinezM