Algunas veces tenemos la impresión de que no estamos capacitados para ser felices. Los aprendizajes emocionales de la crianza nos han convencido de que somos inferiores a los retos y desafíos que la vida nos plantea; las frustraciones que este tipo de situaciones generan -en un enfermo círculo vicioso-, nos hacen creer que somos unas víctimas ante todo aquello que vivimos, y nuestro diálogo interior nos nutre de miedos y pesimismos que no nos permiten poder avanzar. Todos tenemos que deconstruir esos conceptos de nosotros mismos y trabajar en descubrir las habilidades, virtudes y palancas con las que contamos para ser protagonistas, llenos de esperanza, de nuestra propia vida. Tenemos que creer en lo que somos capaces de hacer. Estamos aptos para ser felices, pero para que sea realidad, es necesario que lo creamos.
Hay un personaje bíblico que ayuda a comprender que, comenzamos a triunfar cuando nos deshacemos de esos pensamientos, impresiones o esquemas que nos inhabilitan para vivir en felicidad. Gedeón, ante una propuesta que se le hace para liderar procesos de crecimiento de su pueblo, se presenta como alguien que no es capaz de hacerlo: “He aquí que mi familia es la más pobre en Manasés, y yo el menor de la casa de mi padre” (Jueces 6, 15). Es decir, él cree que no tiene cómo hacerlo, tiene una percepción negativa suya. Cree que no puede, porque seguro es lo que ha escuchado en casa, en la escuela y en su iglesia. Seguro cree que sus habilidades son insuficientes. Eso le puede pasar a muchos que se han convencido de que solo pueden vivir en medio de las desgracias, errores y frustraciones. La respuesta de Dios (Jueces 6, 16) me emociona, porque es una acción de fe en Gedeón, es decir, Dios cree en él y estoy seguro de que también en cada ser humano. Mientras tú no crees en ti, Él lo hace. Esto te tiene que llevar a reconocerte valioso, a constatar tus habilidades para vivir y decidir hacer un proyecto coherente y sostenido para ser feliz.
Haz un inventario de lo que tienes para salir adelante, atrévete a confiar en ti y desbarata todos esos esquemas mentirosos que te han hecho creer que eres una víctima y que no puedes ser feliz. El diálogo entre Gedeón y Dios -el ángel es una manera de hacerlo presente- continúa por esas constataciones racionales que impiden construir sueños imposibles de hacer. No se trata de montarse en ilusiones fantasiosas que, al no poderse realizar, terminan afirmando a las personas en sus impresiones negativas de sí mismas. No es magia, es construir desde la realidad, con los pies en la tierra, por eso termina la acción de Gedeón con una intervención estratégica y planeada.
No se trata de improvisar ni de creer que los problemas se resuelven con pases mágicos, sino con un trabajo bien organizado. La invitación del relato es a que seas capaz de trabajar en ti y te prepares existencialmente para ser protagonista de tu vida. Responsabilízate de tus emociones y acciones con el carácter que te permita llevar tu proyecto por el camino que quieres. No dejes que la vida te imponga situaciones que te destruyen. Sé fuerte, organiza con sentido tú propia historia y no pierdas de vista nunca que eres el protagonista de ella.