Ser inteligentes, haber dedicado mucho tiempo de nuestras vidas a prepararnos académicamente, desarrollar nuestras habilidades emocionales y sociales hasta alcanzar resultados excelentes, no nos hace merecedores de todo lo bueno que recibimos. Siempre hay gratuidad en lo que la vida nos da, y por eso tenemos que aprender a ser agradecidos. De hecho, el inicio de la existencia no es nuestra conquista, ni el resultado de un gran esfuerzo, sino un regalo, un don, una oportunidad que se nos entrega a través de la decisión de otras personas.

Nos equivocamos si creemos que la sociedad tiene una gran deuda con nosotros; la verdad es que nadie nos debe nada, porque todo termina siendo un ejercicio de la libertad de los demás. Vivir exigiendo reconocimientos es una manera de malgastar la existencia. A veces veo gente talentosa y muy brillante, que no disfrutan lo que hacen y han logrado a lo largo de los años, porque creen que no han sido lo suficientemente reconocidos y valorados por los demás; es más, sufren porque consideran que otros siendo mediocres e incapaces, tienen más reconocimientos que ellos. Estoy seguro que esa mirada los hunde en la amargura y hace que la vida se les vuelva una pesada carga.

Creo que el sentido de la existencia está en entender que uno desarrolla sus proyectos, expone sus ideas, muestra sus capacidades y alcanza las metas difíciles, por el simple placer de vivir y no por los aplausos que pueda recibir. La motivación para lograr la excelencia no puede estar fuera de nosotros mismos y de la realización de nuestros ideales más sublimes, si fuese así, le estaríamos dando el control de nuestra felicidad a los otros. Cuando entendemos esto, recibimos el reconocimiento con gratitud, lo disfrutamos y sabemos que no nos hace mejores de lo que ya somos. Seguro tenemos unos derechos y luchamos porque se respeten, trabajamos duro para alcanzar unas metas y lo hacemos con dedicación y disciplina, pero entendamos que solo quien es agradecido con la vida, puede disfrutarla a plenitud.

Ahora, la gratitud hace que las relaciones interpersonales fluyan, porque le da al otro el valor que tiene y se le reconoce su decisión de compartir con nosotros lo que es. Creo en lo que decía John F. Kennedy “Siempre hay que encontrar el tiempo para agradecer a las personas que hacen una diferencia en nuestras vidas”, esas a las que nos acostumbramos tanto, que solo las valoramos cuando notamos su ausencia.

Tenemos que dejar a un lado esa actitud altanera y prepotente que nos hace no valorar lo que recibimos, lo que tenemos; que nos lleva a creer que cualquier reconocimiento es poco para lo grande que somos, y a estar centrados más en las necesidades y carencias, que en lo que tenemos: “El hombre sabio no se aflige por lo que no tiene, sino que se alegra por lo que tiene”. (Epíteto).

Nada da mayor felicidad que la humildad que nos lleva a celebrar lo que recibimos con alegría. No se trata de conformismos, sino de darle a cada situación el valor que posee. Creo que sería bueno hacer un listado de todo lo que podríamos agradecer, y reconocer que somos privilegiados en muchos sentidos de la vida. Quién reclama tanto reconocimiento, es porque se siente tan inferior que necesita que los demás le griten que no lo es.