En estos días he vuelto a leer el libro de los Salmos y a tratar de entender las temáticas del contexto sapiencial bíblico. De nuevo me he dado cuenta de que en este contexto el sabio es aquel ser humano que vive feliz, en armonía consigo mismo, con los que están a su alrededor y con Dios –lo que expresan ellos bellamente: “Desde la Voluntad de Dios”–. El sabio nada tiene que ver con la erudición, ni con el enciclopedismo que lo hace encerrarse en sí mismo en un solipsismo infernal. Para quien asume ese estilo de vida, el conocimiento tiene sentido en la medida que se expresa en un comportamiento sensato.
Creo que en esta época en la que todos opinamos de todo sin rigurosidad y creyendo que somos expertos en cualquier tema, buscando con un lenguaje rebuscado parecer los que más conocimientos tenemos, vale la pena recordar que carece de sentido entender y poder explicar todo lo que sucede fuera de nosotros –economía, política, astronomía, matemáticas– si esta erudición no nos ayuda a conocernos interiormente y a saber dirigir, con inteligencia y responsabilidad, el proyecto de nuestra vida.
Cuando vuelvo a leer los libros sapienciales de la Biblia, entiendo que un sabio tiene estas características:
1. Sabe tomar decisiones. Lo que implica buen análisis de la realidad y de los escenarios posibles, comprendiendo la relación causa y efecto de cada situación, el equilibrio entre la claridad de las ideas, la fuerza de las emociones y el carácter para actuar. El ser humano sabio toma decisiones, asume consecuencias y entiende que el futuro es la consecuencia de ese decidir.
2. Sostiene relaciones estables, constructivas y emocionantes en las que puede realizar sus objetivos personales y ayudar solidaria y sinérgicamente a los otros a ejecutar los suyos. Tengan claro que el insoportable, el prepotente que humilla a los otros, el que se siente superior a los demás por cualquier razón –su dinero, su posición social, sus conocimientos, su religión, su “estatura” moral– no es una persona sabia, es alguien que carga con la imposibilidad de resolver sus conflictos interiores y encuentra en la exposición altanera de sus cualidades una manera de racionalizarlos. Los sabios se gozan el diálogo con todos y aprenden de todos, siendo capaces de encontrar en la sencillez de la vida la máxima expresión de la sabiduría.
3. Encuentran soluciones a los conflictos que viven. La vida es el arte de saber resolver retos. Quien no aprende a encontrar soluciones a sus problemas termina sufriendo y haciendo sufrir a todos. Las verdaderas respuestas no apabullan las posiciones de los otros, sino que encuentran consensos en los intereses más profundos. Por eso, son personas que saben escuchar a sus contradictores, le dan la posibilidad de que tengan razón y desde la argumentación encuentran su veracidad.
4. Tienen una gran experiencia espiritual. No debe coincidir con una experiencia religiosa, pero sí con la capacidad de trascender y de buscar en el silencio, en el amor y en la sencillez el sentido de esta suma de acciones, emociones, pensamientos y encuentros que llamamos vida.
Necesitamos entender que la felicidad no está en lo que tenemos, sino en lo que somos, no está en lo que sabemos, sino en la manera como lo vivimos, no en la opulencia pornográfica de un placer exacerbado, sino en la pasión vivida a plenitud.