Esta es la ultima columna que escribo en el año 2025, dado que la próxima será publicada el 1 de enero de 2026. Por esta razón, pensaba hacerla sobre logros, declaraciones de nuevos propósitos y gratitud; sin embargo, la vida tiene sus grandes paradojas y estoy escribiendo una columna de amor materno, dedicada a Rosa Isabel mi útero existencial.
Mi vieja tiene 87 años, ha sobrevivido a muchos temas de salud (operación de corazón abierto, infartos, isquemia y diferentes accidentes) ella ha desafiado a la ciencia con la fuerza de las mujeres guajiras y una digna hija de Rita Contreras (mi super abuela centenaria) por ello debería según antecedentes clínicos, no moverse, no hablar y tener varias afectaciones, sin embargo, su memoria sigue intacta, su ímpetu y dinamismo también, se entrega a su jardín y realiza labores diarias en casa con absoluta autonomía, se niega a usar bastones y sigue encendida como los soles del desierto guajiro.
La admiro mucho, disfruto el tiempo con ella y aunque vivo en una ciudad (y en ocasiones en países) diferentes, siempre mantengo una conexión profunda propias de ser – almas gemelas – que vibramos en una juntanza de amor profundo, una simbiosis universalmente bella. Por esta razón, como madre e hija que estamos tragadas una de la otra, disponemos tiempo de calidad para compartir, inventamos paseos, aventuras, visitas al médico, en fin, viajes bonitos entre las dos; fue así, como desde el 1 de diciembre estuvimos en ese plan bonito que disfrutamos al máximo.
Pero como les decía, la vida se encarga de sorprendernos y el 17 de diciembre pasó lo que más temíamos y de lo que más la cuidamos, tuvo un accidente casero y pensé lo peor – fracturas, dolor, angustia, fe, todo en un momento único – un mix de emociones y decisiones que no daban espera, salida de urgencias para la clínica y mi culpa encendida, me culpaba con furia interna mientras tenía que manifestarle calma, ese día, confirmé que en realidad soy heredera de la valentía de mi línea uterina, fui probada en mi capacidad de soporte y resolución de situaciones con gallardía, a pesar de la angustia.
Mi madre es la persona que conozco con más capacidad de levantarse de las pruebas, de recuperarse de las crisis y de sonreír luego de lagrimas de dolor, como un ave fénix criada con arepas de maíz y aguacate de la sierra, con sonidos de acordeón, con sabor a provincia guajira de esa Villanueva linda que se abraza con el cerro pintaó, entre el agua dulce y los vallenatos de amor, ella se levanta con doble poder, por esta razón, después del dolor y las lágrimas, vive una milagrosa mejoría.
Rosa Isabel de mi alma, pasar contigo este mes, cada minuto, hora y día ha sido un profundo orgasmo materno filial, nuestra simbiosis es poderosa y trasciende cualquier desafío, estamos profundamente enamoradas como dignas almas gemelas que, aunque estemos en continentes diferentes seguimos unidas.
Madre mía los días contigo han sido una forma de reinventarme y resucitar al amor por la vida, al sabor dulce del amor y la esperanza, eres elixir puro y te agradezco, por tanto, como dice la canción “Quisiera que el mar fuera mío para dártelo con todo y pescao”, no ahorro un segundo para conquistarte y honrarte, al final estar cerca a ti es mi mayor regalo.
Desde esta oda de amor, deseo a mis lectoras y lectores una feliz Navidad llena de luces espirituales, salud, ganas de vivir y creatividad, para que todos los días sean un milagro deleitado al máximo, no tenemos la eternidad, sino el aquí y el ahora para existir y amar.
Seguimos sanando fracturas y tejiendo esperanzas de sanación, que el amor siempre nos salve.








