La muerte violenta de Jaime Esteban Moreno Jaramillo —el joven de veinte años que fue bestialmente asesinado en la madrugada del pasado treintaiuno de octubre— reafirma que esta sociedad tan líquida de la que hacemos parte, por encima de cualquier valor o virtud, camina cada vez más hacia el desprecio por la vida humana. La brutal golpiza que Moreno recibió tras salir de una fiesta de disfraces en un bar de la capital fue registrada por cámaras de seguridad. Esas imágenes se traducen en espanto: en cuestión de poquísimos minutos, tras recibir desmesurados golpes en el cráneo y en el tórax, la identidad de quien fuera un estudiante de séptimo semestre de Ingeniería de Sistemas de la Universidad de los Andes paso de ser la de un vivo a la de un muerto. j
En su primera acepción en el Diccionario de la lengua española, golpe es la «acción de dar con violencia un cuerpo contra otro». Hay que decir entonces que, en ese sentido, todo golpe es violento. Según la juez que lleva el caso, Carlos Suárez —el presunto homicida, que en el video se ve corriendo desquiciadamente hacia la víctima y después golpeándola a puntapié y sin mesura alguna— habría actuado movido por «una clara decisión de causar la muerte»… Con un nivel (hay que agregar: altísimo) de «determinación, insensibilidad y desprecio por la vida humana». Dos hombres y dos mujeres habrían participado en el macabro hecho que deja como desenlace un luto que se suma a tantos otros que los colombianos cargamos a cuestas por cuenta de la violencia que subyace tras la intolerancia.
A estas alturas de la historia, si hay algo que nos debe resultar intolerable es que no sepamos tolerar casi nada. Las absurdas causas del deceso de Jaime Esteban Moreno deberían ponernos en la difícil pero necesaria tarea de repensar nuestra capacidad para vivir en comunidad. Y no se trata de una autorreflexión que conduzca necesariamente a la autorreprobación o al autodesprecio. Mas sí de un cambio de esquema social en la búsqueda de un ecosistema realmente funcional en el que el simple hecho de respirar no le cueste a uno la vida.
La de Jaime Esteban es una historia del horror que nos abraza a diario. Historia que, aun no siendo una fábula, comporta más de una moraleja. Quienes actúan violentamente creen que son fuertes, que adquieren y demuestran poder entre más agresiones cometen. Pero, como bien dijo Jean Jaurès —líder socialista francés que fue asesinado en ciernes de la Primera Guerra Mundial—: «La violencia es una debilidad».
@catalinarojano








