Balbastro era una de ésas pequeñas poblaciones españolas que por allá en los años mil cien tuvo su época de oro como fortaleza militar, contó con murallas y grandes templos, y que, tal como ocurrió con muchas poblaciones, con el tiempo se fue desvaneciendo y reduciendo por diversas causas, entre ellas que nunca ocurrió o se desarrolló alguna actividad memorable. Incluso, cuando el 26 de junio 1902 nació la más connotada de sus figuras, nadie lo registró, como tampoco la mala situación que llevó a sus padres a mudarse a Logroño, a la sazón más importante y próspera, ni su traslado a Saragoza para completar sus estudios. Era ya un cura párroco de Perdiguera, una especie de corregimiento, cuando se destacó y lo enviaron a Madrid para que obtuviera su doctorado en derecho Civil. Fue, entonces, en Madrid, donde su preocupación por el cristiano común y corriente lo motivó a enviar la luz al mundo.

Es que se creía que para alcanzar la santidad había que pasarse la vida tirando pepita, haciendo sacrificios, y vainas similares. Pero no es así: un día como hoy, 2 de octubre, pero de 1928, fue cuando San Josemaría Escrivá de Balaguer informó al mundo católico que la santidad se encuentra al alcance de cualquiera, sólo hay que cumplir a cabalidad y con miras a la excelencia las tareas cotidianas. Así, el plomero que se dedica a conciencia a instalar los tubos y piezas que corresponden a su tarea, si lo hace en forma consuetudinaria, ése plomero está próximo a la santidad. ¡Cuántos reclamos y disgusto se evitarían! Igualmente, si el esposo o el padre de familia hace lo propio, su familia será ideal, y ello lo santificará. Es así de fácil: Cada uno tiene su propia misión; sólo hay que cumplirla con el diario quehacer, o cuando corresponda, haciéndolo con dedicación y amor. Si todos cumplieran con dicho precepto, la sociedad, y el mundo, serían ideales. Ése es el espíritu del Opus Dei.

Pero en este mundo cumplir a cabalidad las misiones encomendadas es para el hombre tarea muy difícil. Más difícil es identificar la verdadera tarea, no dejarla distorsionar por factores externos, incluso no dejarla desvirtuar por los demonios internos. Si imaginan a Petro estableciendo claramente que su misión es gobernar para bien de todos, no importa la ideología, sólo cumpliendo a rajatabla lo que signifique el bienestar de la gente, otro gallo nos cantaría. Pero una mente desviada no alcanza la claridad para entenderlo. Así que recemos por él para que San Josemaría lo ilumine, y que finalmente le aparezca la luz.

rzabarainm@hotmail.com