Barranquilla luce hoy una cara moderna: el Malecón del Río, la transformación del centro histórico, las nuevas vías y la dinámica económica la proyectan como referente nacional. Sin embargo, detrás de ese progreso material persiste una deuda que no puede seguir postergándose: la cultura ciudadana.
El incumplimiento de normas es un mal extendido en Colombia, pero en la Región Caribe encuentra un terreno especialmente permisivo. Tal vez por nuestra idiosincrasia alegre y espontánea, la transgresión suele verse como algo menor, incluso aceptada socialmente. Así se normalizan conductas como arrojar basura en la calle —que termina tapando canalizaciones y provocando emergencias cada vez que llueve en Barranquilla—, parquear en doble fila o invadir los andenes con motos, bicicletas y repartidores en contravía. Las bicicletas eléctricas, sin regulación clara, se suman al desorden vial.
Un caso aún más grave es el robo de energía, muchas veces justificado con frases como “todos lo hacen” o “el servicio es caro”. Lo que parece un atajo individual termina erosionando la confianza social y enviando un mensaje corrosivo: incumplir la norma es posible y hasta legítimo.
A este panorama se suma un fenómeno preocupante: quienes llegan de otras regiones suelen adoptar comportamientos que jamás tendrían en sus ciudades de origen, amparados en la falsa idea de que “en la costa todo se vale”. Ese imaginario perpetúa la indisciplina y sabotea los esfuerzos colectivos.
La raíz del problema está en la mentalidad ciudadana. Es el yo primero, el eso no me toca a mí. Una lógica individualista que confunde cumplir la norma con una molestia, cuando en realidad se trata de un acto mínimo de respeto hacia lo público y hacia los demás.
¿Cómo cambiar? Con una estrategia integral. Primero, educación desde la base: que en escuelas y colegios se enseñe civismo y respeto por lo colectivo, para que las nuevas generaciones crezcan con otra mentalidad. Segundo, autoridad efectiva y sanción real: las normas deben cumplirse y hacerse cumplir. Y tercero, campañas masivas, creativas y sostenidas que transformen comportamientos, respaldadas por voluntad política y continuidad en el tiempo.
Barranquilla ya demostró que sabe transformar su infraestructura. El próximo paso es transformar la manera en que vivimos y nos relacionamos en ella. La cultura ciudadana no es un accesorio: es la base para conservar y multiplicar los logros. La ciudad que soñamos no se construye solo con infraestructura, sino con ciudadanos conscientes y responsables. Esa es la gran tarea pendiente.
*Directora Ejecutiva Fundesarrollo
@OrianaAlvarez