Solo una vez en Barranquilla tuvimos contacto personal con Miguel Uribe Turbay hace algunos años y percibimos en su personalidad un maravilloso futuro político siguiendo la tradición de su familia. Con quien sí profundizamos años atrás en una amistad verdadera fue con su madre Diana, una personalidad fuera de serie. Nos dio en el alma un impacto brutal su asesinato cuando casi alcanzaba la libertad después de su angustioso secuestro. Y con su padre, el expresidente Julio César Turbay Ayala, abuelo de Miguel, sí que tuvimos una cercanía intensa. Fue nuestro amigo personal a pesar de la diferencia de edad.
Lo designé Presidente de mi tesis de grado en la Javeriana. Y cuando regresó de EE. UU, a aceptar su candidatura presidencial entrando por Barranquilla en el Hotel del Prado, en el banquete de bienvenida ante 1000 personas tuve el honor de ser escogido como el orador del discurso de bienvenida. Todos estos episodios personales que no acostumbro en las columnas, me disculpan mis amables lectores, los traigo al presente para destacar mi tristeza ante el asesinato de Miguel.
Iba camino hacia la Presidencia, no enseguida pero sí más tarde. Su asesinato es la fotografía de lo podrida que está Colombia sobre todo en esta época que la alimenta el odio enraizado de la Presidencia de la República. Es un incendiario germen en este cuatrienio de los más decadentes del presente siglo. Reina la impunidad, la brutalidad y la inseguridad acuñada en la desmesurada ansia revanchista como si el gobierno tuviese la patente del crimen como argumento político.
La muerte de Miguel Uribe Turbay va a convertirse en un dispositivo positivo de reivindicación política ciudadana. No nos cabe la menor duda. Tenemos ese presentimiento sólido. Su sacrificio no será en vano. Los años y las experiencias de vida no transcurren en estéril vacío. Volveremos a la lucha con mayor vigor y la patria saldrá adelante. Lo que no podemos adivinar hoy día es cuándo será ese nuevo porvenir, pero llegará. Miguel desde la quietud de su paz en la tumba empujará y apoyará todo el esfuerzo de una nación anhelante. Así lo hicieron en su época Galán, Gaitán y los demás sacrificados.
La pobreza, la miseria, alimentadas por el odio de los irresponsables de mente asesina es un vil camino hacia la violencia pero esto no es eterno. Las cualidades humanas donde la verdad y la bondad del hombre como producto de la Luz divina tienen al final más poder, mucho más. Quizás no lo veremos nosotros pero Miguel Uribe Turbay a las nuevas generaciones les mostrará que allá arriba está él vigilante del resurgimiento de Colombia.