Vastas movilizaciones migratorias se han producido en los últimos años debido a las cambiantes dinámicas sociales, demográficas, ambientales y económicas en la geopolítica global, además de factores como la pobreza extrema, las guerras y las crisis políticas. Si bien, la migración como medio para la búsqueda de mejores condiciones de vida o para huir de situaciones hostiles, ha existido desde la antigüedad, solo en la actualidad se ha avanzado en el reconocimiento de los derechos humanos de migrantes y refugiados, que consagran derechos fundamentales como el acceso a la salud, la justicia y la educación, la no discriminación, la libertad de movimiento, entre otros.

La palabra migrante aparece a diario en noticias como los desplazamientos forzados por las guerras y los conflictos sociales, los movimientos por efectos del cambio climático, las hambrunas en la África Subsahariana, la indigencia social en América Latina, etc. Este álgido tema fue analizado en el documento de contribuciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, en su aniversario N° 75, por la filósofa Adela Cortina, quien acuñó el término “aporofobia”, acogido por la Real Academia de la Lengua como la fobia a las personas pobres o desfavorecidas; allí disertó acerca de los retos que tiene la humanidad, desde una perspectiva ética.

Cinco aspectos puntuales que cita y desarrolla son: es una exigencia de justicia poner fin a la migración forzosa en todas sus formas y en todas partes; entre las causas del temor que provoca la entrada de migrantes está la aporofobia, más que la xenofobia; una mirada ética debe contemplar todas las etapas del proceso migratorio en su integridad; cuando la migración forzosa es inevitable, es preciso convertir los retos que plantea en oportunidades de desarrollo; y que la cooperación entre naciones es indispensable.

Según los últimos datos reportados por la Organización Internacional de las Migraciones, a 2020 había 281 millones de migrantes internacionales (3,6 % de la población mundial); a 2022, un total de 117 millones de personas vivían desplazadas en todo el mundo. La migración, además de las penurias intrínsecas en ella, se acompaña del riesgo de sufrimiento y muerte: en 2023, se reportaron 8500 migrantes muertos.

Las deportaciones masivas y el encarcelamiento del migrante no son soluciones. La sociedad no podrá avanzar hacia la paz global, la consolidación de la democracia y el desarrollo si no prioriza la atención de las carencias de la población migrante. Es cuestión de dignidad y de humanidad.

@Rector_Unisimon