Santa Marta nunca ha salido de mi ser, ella me habita en todo momento. Aunque camine cualquier calle del mundo, esa ciudad dos veces santa está siempre presente en mí. Es mi ciudad de la infancia, allí viví mis primeras veces, esas que abrieron las puertas para ser este que soy hoy. Vivo agradecido con ella, me emociono recordando sus esquinas en las que las palabras revolotean y conectan itinerarios de vida. Los golpes de las fichas de dominó contra la mesa me arrastran en olas de nostalgia. El ritmo de los tambores sacude los genes negros de mi ser. Veo rostros y escucho las voces de esos personajes que, recorriendo calles como la Burechito, Tumba-Cuatro, Santa Rita, Campo Serrano y más, me enseñaron a ser.

Hoy la veo con una mezcla de admiración, alegría, tristeza y expectativas. Sigo emocionado por la Sierra y sus múltiples playas. Su belleza natural es sublime, deslumbra a propios y a forasteros, y eso me da orgullo, sin embargo, me duele que los samarios no tengamos una relación de cuidado y amor con nuestro territorio. Sospecho que hay gestos de descuido y muy poco interés por el bienestar de sus lugares. Mi sospecha se basa en la ausencia de un proyecto de ciudad que agrupe a todos, desde las distintas orillas políticas y sociales. Sin un plan que nos una, las acciones quedarán expuestas a los “rifirrafes” egoístas de cada uno.

Siento tristeza al ver que tenemos las mismas dificultades de hace 40 años con el agua, cuando siendo un adolescente, me tocaba llenar con 22 “viajes de agua” la alberca de la casa. Me molesta el olor que recorre las calles porque no hay un buen sistema de alcantarillado. Sé de los esfuerzos que algunos hacen para que mejoremos, pero también sé que se quedan recluidos en las distintas batallas políticas nacionales y locales. Tengo siempre esperanza y por eso espero que la conmemoración de estos 500 años ocasione algo más que ganas de bailar y cantar, y se convierta en un compromiso de todos por hacer mejor nuestra ciudad en esa relación entre ciudadano y territorio.

Soy Bonda, Gaira y los indígenas que estaban aquí primero que todos. También soy esos blancos que llegaron y se mezclaron; y claro, tengo mucho de los negros traídos en contra de su voluntad y que hoy nos habitan. Creo que el futuro como realización de los mejores deseos del presente, tiene su primer paso en el reconocimiento del mestizaje que somos.

Suena el danzón del Helado de Leche, me sirvo un mote de guineo con queso (cayeye), veo por la ventana las montañas de mi Sierra Nevada y siento la brisa marina, le doy un beso a Alcy y me alegro de ser Samario.

@Plinero