Un internista es un trabajador sanitario, quien después de adquirir mediante un aprendizaje al lado de maestros, profesores o docentes, un conocimiento, se capacita para identificar y resolver, de la mejor manera posible, los problemas clínicos de un paciente.
En mis tiempos de formación en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, después de dos largos años de Estudios Generales, en medio de un pensum de formación que nos complementaría los 5 años de estudios, propiamente clínico y quirúrgico, un internado y un año rural, continuaríamos nuestra vida pública en la atención de pacientes, que requerirían nuestra atención.
Las primeras caminatas por el bello Hospital San Vicente de Paul, adscrito a la Universidad de Antioquia, en Medellín, de construcción europea, con grandes espacios abiertos y pabellones de pacientes, bloques con una fuente central y un bulevar con crecimiento de flores antioqueñas, que separaba los pabellones de hospitalización para los pacientes, con ubicación a un lado de las camas de Medicina Interna y enfrente las de cirugía, con sus salas de operaciones. Al final la famosa Policlínica y a los lados ginecología y obstetricia y el Hospital infantil. Sin dejar de mencionar por su importancia, los Departamentos de Patología, Laboratorio clínico, Hematología, Trasplantes, Consulta externa, Psiquiatría, y hospitalizaciones para particulares.
Los pacientes marcaban las prioridades de atención clínica o quirúrgica. Los grupos de profesores, residentes, internos y estudiantes, enfermeras, laboratoristas, estudiantes, y otros, nos cruzábamos con alegría, en un ambiente que, solo tenía como fin atender a los enfermos, y que no podían ser devueltos a otros centros, porque no existía ningún otro, si no esa institución para atender a pacientes en una gran mayoría de caridad y un limitado número de particulares, que tenían como pagar los servicios recibidos.
Recibida una formación y estudios muy seleccionados en su importancia en Medellín me regresé a Ciénaga para el año Rural a practicar mucho de lo que había aprendido. Posteriormente llegué al San Juan de Dios, donde las necesidades de atención médica nunca se acababan y por el contrario parecían cada día más. Las urgencias no se desocupaban y las consultas, cirugías y demás eventos médicos se sumaban, unos detrás de otros, en una secuencia casi interminable. Las intervenciones quirúrgicas, cirugías de menor y alto calibre se presentaban permanentemente, igual el manejo de maternas, niños y ancianos.
Todo eso, conformaba el encanto del médico general, no queriendo dejar por fuera el deleite de la variedad de los grandes problemas en todas las poblaciones, sin diferencias de sexo, edades y estudios en cada uno de ellos. Al final, una formación en el Hospital militar Central de Colombia, afiliado a la Universidad del Rosario, me permitió adentrarme en una de las formaciones más bellas e importantes de la Medicina, ser un médico internista, para globalizar las acciones de prevención, de diagnóstico y de tratamientos a través de la investigación y el estudio de los casos, logrados inicialmente, sin ninguna intervención quirúrgica, hasta cuando fuera necesario compartir con cirujanos y otros especialistas.
Por designios del destino, suerte y gran esfuerzo, de esa medicina interna, pude continuar al estudio de las enfermedades infecciosas, cuando las necesidades de controlar, y salvar vidas de estos pacientes, se hacía cada vez más necesaria.
Con mis colegas internistas, estamos complacidos de seguir ayudando a la formación de nuevas promociones y de poder servirle a una población que ve en el internista, el médico necesario para resolver muchos de sus problemas.
@49villanueva