En la era digital, los centros de datos son tan importantes como los puertos y autopistas en el siglo XX. Constituyen la infraestructura invisible que hace posible desde las transferencias bancarias hasta la inteligencia artificial. Colombia está rezagada en esta infraestructura estratégica. Hoy, más del 80% de los datos que utilizamos se procesan fuera del país, principalmente en EE. UU, y Brasil. Esto genera mayor latencia, dependencia tecnológica, costos elevados, y riesgos en materia de ciberseguridad. Un país que aspire a cobrar dividendos digitales no puede depender de la infraestructura ajena.
Hoy, Colombia cuenta con apenas 24 centros de datos con certificación internacional (Uptime Institute o TIER III/IV), mientras que Brasil tiene más de 150 y México supera los 90. Colombia representa solo el 4% de la capacidad instalada en la región. Según cifras de Frost & Sullivan, América Latina requerirá una inversión cercana a los USD 10.000 millones en centros de datos hacia 2030. Estamos por debajo de lo que nos corresponde por nuestra importancia económica y estratégica. Nadie está estructurando los proyectos.
Además, el rezago impacta directamente la competitividad. Un centro de datos moderno puede reducir la latencia de servicios en la nube de 100 a 10 milisegundos, una diferencia crítica para industrias como la banca digital, la telemedicina, la logística o los videojuegos. Según un estudio de IDC, por cada dólar invertido en infraestructura digital, se generan hasta USD 3,5 en productividad agregada.
Además, los centros de datos son polos de desarrollo. Generan empleo calificado, atraen inversión extranjera y fortalecen el ecosistema tecnológico. Necesitamos desarrollar una red robusta de centros de datos locales, distribuidos estratégicamente por regiones, con estándares internacionales de seguridad, sostenibilidad y conectividad. Esto no es un lujo, es un requisito de competitividad.
Pero se requieren condiciones habilitantes: energía limpia, conectividad redundante, seguridad jurídica y agilidad regulatoria. Sin estos elementos, los inversionistas buscarán otros destinos, como Chile o México, que ya nos llevan ventaja. Tenemos ubicación estratégica, potencial energético renovable y un mercado digital en crecimiento. Pero necesitamos actuar pronto si por lo menos queremos ser el epicentro de datos del norte de Sur América y el Caribe.
Una política pública nacional para centros de datos no puede ser un anexo del plan TIC, debe ser un eje transversal de transformación productiva. Esto implica: declarar los centros de datos como infraestructura crítica de interés nacional; crear incentivos tributarios para su construcción y operación; establecer un marco regulatorio moderno para el uso y almacenamiento de datos, garantizando privacidad y soberanía; fortalecer la educación en gestión de datos, ciberseguridad y operación de infraestructura digital. Esta transformación no debe morir en el altar de la permisología pronto sería la mayor fuente de inversión.
Colombia no puede resignarse a ser solo un consumidor de servicios digitales producidos en otros países. Tenemos la oportunidad —y la responsabilidad— de construir nuestra propia infraestructura de datos. La soberanía digital no se decreta: se construye y se protege.
@SimonGaviria