Este pasado 23 de abril, una querida amiga, bacana, del barrio San Roque, quien vive cerca del Parque Almendra donde queda la Biblioteca Pública Distrital Álvaro Cepeda Samudio, me escribió una nota que me arruinó el día: “Mi querido doctor Martínez, mejor me Río de Janeiro para no llorar en Sao Paulo. ¿Cómo le parece que hoy, Día Mundial del Idioma Español, está cerrada la biblioteca y los estudiantes no tienen dónde celebrarlo?, ¿qué pensará su dilecto amigo, el doctor Gustavo Bell acerca de las apariencias sobre la lectura en Barranquilla? Me aclaró que no sólo fue esta sino, también, la Distrital Villas de San Pablo del barrio Villas de San Pablo, y la Distrital Las Gardenias del barrio Las Gardenias. Peor aún, están cerradas desde diciembre del año pasado y, según averigüé, hasta el día de hoy.

Por supuesto, no pienso pasarle la pregunta a Gustavo, ni es mi labor cuestionar a los que las dirigen. Pero, me basta a mí para reflexionar un tanto sobre lo empobrecido que se encuentra nuestro idioma, precisamente, por esas situaciones que nos alejan de la lectura y, por tanto, de nuestro riquísimo idioma que supera a muchos que están más difundidos por el planeta.

A mí, el inglés me parece un idioma muy onomatopéyico, más sonoro que etimológico. Ejemplo. Teléfono es ring -una de sus acepciones-; mientras que en español está compuesto de dos términos griegos: téle (lejos), y phoné (sonido). La palabra inglesa es un sonido a interpretar, nuestra palabra es suficientemente explicativa. Eso se llama riqueza idiomática. Lo mismo se puede decir de sniff (oler), smack o knock (golpear), y muchas más.

Al paso que vamos, terminaremos comunicándonos en español mediante señas porque, además de tener varias bibliotecas distritales de la ciudad cerradas y sin esperanzas de que vayan a abrirlas para que nuestros hijos y nietos puedan enriquecer su lenguaje, ahora le apareció una competencia que nos supera a los que insistimos en hablarlo bien, la tecnología. Un invento que ha creado algoritmos, emojis, íconos, pictogramas, ideogramas, y los que faltan; de tal manera que, los dinosaurios del idioma español, quedaremos amordazados en medio de este apocalipsis idiomático.

Para complemento, ahora existe algo que afecta directamente la lectura, se llama ChatGPT, un monstruo capaz de resumir en pocas páginas las 500 de Cien años de Soledad o las 1400 de Don Quijote de La Mancha. Aberrante.

Sólo nos queda lanzar las consignas cliché para defender el idioma: “Los lectores unidos, jamás seremos vencidos”, “Haga patria, léase un libro”, “La poesía es un arma cargada con futuro”.

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