A pesar de su imprescindible labor, quizá pocos de nosotros hemos escuchado sobre la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA). Se trata de una agencia federal estadounidense que, según su propia declaración, enriquece la vida a través de la ciencia. Su labor abarca desde la superficie del sol hasta las profundidades del fondo oceánico, trabajando para mantener al público informado sobre los cambios en el entorno que los rodea. Es posible que esa críptica definición no deje muchas cosas claras, sin embargo, de uno de sus componentes, el Centro Nacional de Huracanes (NHC), depende la vida y el bienestar de millones de personas, no sólo en los Estados Unidos, sino de todo el Caribe.
La misión del NHC es salvar vidas, mitigar la pérdida de bienes y mejorar la eficiencia económica mediante la emisión de las mejores alertas, advertencias, pronósticos y análisis sobre condiciones meteorológicas tropicales, así como aumentar la comprensión de estos peligros. La visión del NHC es ser una voz calmada, clara y confiable y, junto con sus socios, permitir que las comunidades estén seguras frente a las amenazas del clima tropical. No es poca cosa.
Además de sus satélites, boyas, radares y un sinfín de tecnología, el NHC cuenta con una flotilla de robustos turbohélices que son capaces de volar en medio de los huracanes para comprender mejor su comportamiento y así poder lanzar las advertencias necesarias con mayor precisión. Son tripulaciones valientes. Hace poco, en un vídeo que publicó el New York Times, se observó el interior de una de estas naves mientras cumplía una misión dentro del temible huracán Milton, completamente sacudido por feroces turbulencias que dejarían a más de uno con el alma en vilo. Tras los sacudones uno de los tripulantes, el ingeniero Nick Underwood, incluso alcanzó a bromear sobre la intensidad del incidente, mientras poco a poco volvía a concentrarse en sus tareas.
Hay oficios en los que admirablemente se arriesga la vida para preservar la de los demás, personajes anónimos que enfrentan el peligro mientras los ciudadanos huyen o se resguardan. Bomberos, paramédicos, personal militar, los servicios de prevención y emergencias suelen olvidarse hasta que surge el desastre y se invocan. Lo curioso es que incluso la NOAA, con toda su utilidad, no está a salvo de ataques y críticas. Cuesta creer que en algunos escenarios se estén debatiendo importantes recortes de su presupuesto, una decisión que, aquí en Colombia, debilitaría indirectamente nuestra respuesta ante los fenómenos climáticos. Por eso, hay que visibilizar la tarea de estas agencias, porque su existencia nos importa.