Tito Puentes tocó una vez para Aretha Franklin en su cumpleaños. Ella decía que le gustaban los sofisticados arreglos de los ritmos latinos, pero todos sabían que lo de ella siempre fue otra cosa, ella era la reina del soul. No podía ser diferente. Nació en el Memphis de los años 40, en medio de los cantos góspel de su madre y la presencia de su padre, un predicador conocido como “la voz del millón de dólares”. Su casa era visitada por todo tipo de personajes de la música religiosa. Era una mujer negra y eso también importó. Del papá de Aretha se dice que era cercano a Martin Luther King y que, quizá, su particular presencia en la vida de la familia Franklin influyó en que la pequeña niña creciera entre su interés autodidacta por el piano y su compromiso con la lucha de los derechos civiles.

Ella no fue necesariamente una activista. No. Fue una cantante, pero no cualquier cantante. Su voz cautivó a públicos de distintas generaciones después de comenzar su exitosa carrera musical en 1956. Sin proponérselo, Aretha Franklin se convirtió en un ícono de feminismo gracias a una de sus canciones más conocidas: Respect. No fue originalmente de ella, había sido escrita y grabada por Otis Redding, un cantante con algo de popularidad que, al volver de una gira, no se sintió bien atendido por su esposa. Entonces, a Otis se le ocurrió componer una canción que se refería a lo que un hombre necesitaba de vuelta a casa… tan solo un poco de respeto. El respeto que pedía Otis era un canto desde su versión machista del mundo y lo que esperaba del rol de la mujer en la familia. Un asunto parecido a lo que promovía la “Guía de la buena esposa: 11 reglas para hacer feliz a tu marido”, publicada en los años 50 con pretensiosas sugerencias como “déjalo hablar antes, recuerda que sus temas son más importantes que los tuyos”, “no te quejes si llega tarde, si va a divertirse sin ti o si no llega en toda la noche” y “una buena esposa siempre sabe cuál es su lugar”.

Pero el éxito de Respect no se lo dio su autor. Dos años después Aretha le hizo unos pequeños ajustes a la letra de la canción y convirtió la remilgosa creación de Otis en una dinámica versión en la que la voz de una mujer negra pide respecto. El respeto que exigían las mujeres. El respeto que seguimos exigiendo. Es decir, Aretha le dio la vuelta e invocó un sentido reclamo que abanderaba la lucha feminista y la defensa de los derechos civiles. Despidió el tono machista y convirtió a Respect en un himno de la apasionada militancia. Se le puede imaginar de fondo, como la banda sonora de las protestas contra la guerra de Vietnam, el pacifismo, la lucha contra la discriminación racial. Tan solo un año después de sacar el Respect feminista al mercado, Martin Luther King y Robert F. Kennedy fueron asesinados.

En el Monterey Pop Festival de 1967, Otis Reding, con cierto aire de resignación, dijo “Esta próxima canción es una canción que una chica me quitó” y luego comenzó su interpretación de Respect. Ya nada sería lo mismo, ni su canción, ni Aretha ni el mundo. Buen viaje, diosa, muérete con la confianza de que eres inmortal.

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