Nadie produce tanto miedo como Álvaro Uribe. Así quedó demostrado en los resultados de la primera vuelta, donde Duque se valió del ‘Divide y reinarás’ para pasar por el medio a pesar de la aplastante votación en su contra. Los uribistas conocían de este miedo de antemano y por ello, según dicen, se encargaron de aupar las aspiraciones de Petro, convencidos de que es el único rival que produce más miedo que Uribe. Pero esto no es cierto.

Hace casi treinta años, siendo representante a la Cámara, Petro organizó una caravana de setenta personas de Bogotá a Bahía Málaga, amenazando con una veeduría al entonces presidente Gaviria por haber permitido, de manera ilegal, el tránsito de tropas norteamericanas por el croquis nacional. Acababa de aprobarse la Constitución y el M-19 recién comenzaba a hacer parte de la vida política y este hombre, con menos de 35 años, ya enfrentaba al presidente. Hizo lo mismo luego contra Álvaro Uribe por la relación entre los grupos paramilitares y algunos políticos cercanos a sus afectos. Y más adelante también lo hizo con Ordóñez, ese viejo cavernario que al final tuvo que bajar la cabeza y cruzarse de brazos. En estas ocasiones, como en todas las demás de su vida pública, ha sido Petro quien ha escogido a su rival.

Petro es un hombre valioso y valiente, no tanto por enfrentar la muerte en la guerra (nunca estuvo en combate), sino por alzar su voz en contra de las mayorías. Su debate sobre la parapolítica, sus denuncias contra el fenómeno del paramilitarismo, la ruptura con el Polo, las denuncias de corrupción en la administración distrital y la existencia del carrusel de la contratación son prueba de ello.

Hablan de miedo. ¿Miedo a seguir en lo mismo? ¿A no poder elevar la propia voz? ¿A seguir avergonzándonos de ser quienes somos? ¿A no vencer al destino y dejarnos tragar por el gregarismo? ¿A seguir masacrándonos los que no nos conocemos para que no se masacren los que sí se conocen y viven de robar lo que es de todos? Sé de gente que votará por Petro pero teme decirlo. No hay rollo: el voto es secreto. A mí, como a Lemebel, el miedo se me fue pasando de tanto atajar cuchillos. “Miedo es lo que hace que nos atrevamos a tomar riesgos”, escribió Paul Auster. Por eso no me avergüenza decir que votaré por Petro: me produce miedo continuar hasta la eternidad con lo mismo, ¡con los mismos!

Podría mencionar muchas razones, pero me quedo con una sola: el cáncer de la corrupción, que tiene raíces tan profundas que llegan al otro lado del mundo. Como las cuentas que Odebrecht abrió en Andorra y China para pagar las coimas de esos políticos con los apellidos de siempre que corrieron a apoyar a Duque en gavilla, de Santos y Vargas Lleras a Morales y Gaviria dejando claro que el miedo no es Venezuela. El miedo es a no poder ladronear. Petro les produce pánico porque es el único que los ha enfrentado y les ha ganado; les horroriza saber que durante su gobierno no podrán acceder al erario para seguir robándose esas escandalosas cifras con tantos ceros que no caben en una calculadora.