Mucho se ha escrito sobre la crisis de la socialdemocracia en Europa y todavía queda bastante por delante. En Francia, el fenómeno Macron ha fusilado el antaño poderoso Partido Socialista de Mitterand. Los socialistas griegos han dejado su lugar a la nueva izquierda de Syriza. En España, el PSOE no levanta cabeza desde el final desastroso de la presidencia de Rodríguez Zapatero. La lista continúa con pocas excepciones, como los socialistas portugueses y quizás los laboristas británicos.
El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) es la más antigua fuerza socialista de Europa, fundada en 1875. Como la mayoría de sus correligionarios, el SPD está en declive desde el gobierno de Gerhard Schröder, cuyas reformas económicas –muy impopulares con los votantes de izquierda– facilitaron la llegada a la cancillería de Angela Merkel en 2005. Desde entonces los democristianos (CDU) han estado en el poder, apoyado en dos legislaturas por los socialdemócratas como socio menor. En las elecciones de septiembre pasado, el SPD obtuvo su peor resultado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, con apenas el 20% de los votos. Ahora el antiguo partido de la clase obrera se encuentra sumido en una crisis existencial ante la perspectiva de reeditar la “gran coalición” con Merkel que no le ha dado buenos resultados.
El plan era otro. La noche de la derrota electoral en septiembre, el líder socialdemócrata Martin Schulz descartó tajantemente una nueva coalición con los conservadores. La idea era que el SPD podría regenerarse y coger nuevas fuerzas e ideas desde la oposición. Sin embargo, el fracaso de los democristianos de forjar un pacto con liberales y verdes obligó al SPD a volver a sentarse a la mesa porque la alternativa sería la repetición de las elecciones que podría beneficiar a la ultraderechista Alternativa para Alemania.
Apelando a la responsabilidad de Estado, Schulz y su equipo acaban de negociar un pacto para un nuevo gobierno de coalición con Merkel. El resultado, sin embargo, es poco edificante para muchos socialdemócratas y sus votantes. Entre las medidas acordadas no queda muy evidente su influencia, a diferencia de 2013 cuando arrancaron a los democristianos la creación de un salario mínimo nacional. Han renunciado a reclamaciones estrella en temas socioeconómicos y han cedido ante los conservadores en asuntos de inmigración.
Esta semana, Schulz está haciendo campaña para que los delegados del SPD den luz verde al pacto en un congreso del partido este domingo. Más difícil será después la aprobación en una votación entre los 450.000 militantes. Muchos temen que los socialdemócratas volverían a quedar eclipsados en un gobierno con la canciller que muestra una gran habilidad en vender los logros sociales del SPD como suyos.
Pero en unas nuevas elecciones el partido actualmente tendría todas las de perder. Pase lo que pase, mucho me temo que el SPD tardará bastante tiempo en recuperar la fuerza de antes, si lo consigue.
@thiloschafer