¿Vivimos en el presente un auge de la corrupción? Allá donde se mire parece que hierven hasta bullir y desbordar los escándalos. Un contrato público concedido merced a una comisión ilegal, un dinero de todos desaparecido en misteriosas circunstancias, un juez, dos, tres, mil que dictan sentencias al brillo de las monedas de plata…

De ser rumores susurrados, las coimas se esparcen por nuestra actualidad pública y publicada como si de resultados de fútbol se tratara. Todos hablan. Todos comentan. Todos opinan. No hay quien no se escandalice como si él fuera por completo ajeno a tales tratos. Es intolerable. ¡Son todos iguales! No se puede confiar en ninguno. Como si políticos, jueces y hombres públicos en general fueran marcianos descargados en nuestras tierras por un OVNI procedente del planeta ‘Corruptia’ y no conciudadanos con los que compartimos tanto las virtudes como los defectos. ¿O no creen que las compartimos? De pronto alguien los ha puesto en el cargo que ocupan. Es que los votos se compran, me dirán algunos. Claro, pues haber votado al rival, responderé yo. Tristemente, solo vota la mitad del electorado. La otra mitad se queda en casa. Y después se lamenta en casa. Y se escandaliza en casa. Y vuelve a quedarse en casa en las siguientes elecciones. Y la rueda gira que te gira.

Moraleja, ¿queremos menos corrupción? Pues hay que votar más. Weber diría que la culpa de todo es de nuestras raíces culturales. Latinos y católicos, no se hable más. Condenados a la pereza, el cohecho y el subdesarrollo. Pero Weber era idiota y es necesario que haya más gente que lo diga. Los países son más o menos corruptos no porque así lo determinen sus genes. Sería hasta gracioso que hubiera un gen corrupto. Ya me lo imagino sobornando a sus vecinos y a estos diciendo que no se puede probar nada y que nunca habían visto la enorme bolsa de dinero que se encontró en su baño.

Pero no. No hay un gen corrupto. Lo que sí hay son instituciones políticas malas. Y también personas que pueden cambiarlas. Más que a sociólogos alemanes racistas, propongo leer a profesores gringos civilizados como Acemoglu y Robinson. Lean, lean. Comprobarán que ha habido países poblados por descendientes de presidiarios (Australia) convertidos en democracias ejemplares y antiguas colonias subdesarrolladas (Singapur, Corea del Sur) transformadas en economías ricas. No hay destinos inevitables ni castigos divinos irremediables. Sí que hay ciudadanos libres que pueden tomar decisiones. Quizá habría que preguntarse a quién conviene creer que las cartas están echadas y que no queda sino los lamentos y el crujir de dientes. Tal vez a todos. Estar convencido de que nada se puede hacer y que todo está perdido, es sumamente cómodo. Te abandonas a la melancolía y suspiras frustrado ante tanta maldad con la que tú no tienes nada que ver. Mucho más difícil es hacer algo. Cambiar las cosas. Demostrar que la corrupción no es más que una opción. Y no la mejor, precisamente.

@alfnardiz