En 1762, Jean-Jacques Rousseau escribió su tratado filosófico Emilio, y revolucionó la manera como se percibía la educación occidental para siempre. Para este pensador suizo, bastante adelantado a su época, el hombre era bueno por naturaleza, pero la sociedad corrupta en la que vivía, indiscutiblemente, lo terminaba corrompiendo. Sin embargo, hizo una salvedad importante, una que hasta el sol de hoy no ha podido ser realmente refutada: “solo con una educación correcta, este puede preservar su bondad”.

De acuerdo a la premisa de este hombre, quien además se encargó de relatar, paso a paso, cómo es que se debería educar al ciudadano ideal, el ser humano al que se le enseñen los valores adecuados, al que le expliquen cómo diferenciar la línea que divide lo bueno de lo malo, y al que le indiquen cuál ha sido la historia para no volver a repetirla, es un ser que no se dejaría afectar por el ambiente que lo rodea.

No se necesita ser filósofo para saber lo que una buena educación puede hacer por una persona, no se necesita saber que esto está escrito desde hace casi trescientos años, para comprender que entregar las bases adecuadas puede cambiar el rumbo de la vida de alguien, y no se necesita ser experto para darse cuenta de lo que un impulso de autoestima puede lograr en una persona que ha nacido sin nada. Entender que invertirle a la educación es lo único que realmente logra sanear la sociedad no es de genios, es de sentido común.

Sin embargo, para poder educarlos bien y poder darles la oportunidad de tener una vida distinta, es necesario comenzar por proteger a nuestros docentes. Los maestros de Colombia llevan ya un mes en paro exigiendo mejoras salariales y un mejor sistema de salud, y aunque hay una gran parte del país que critica esta decisión, pues pone en riesgo la educación de más de ocho millones de niños y jóvenes colombianos, y la nutrición de tantos que dependían de la alimentación escolar para obtener las calorías necesarias para un día, realmente creo que es la única forma de hacerse escuchar y hacerse valer ante el gobierno que no los tiene en cuenta.

Los maestros deberían ser nuestra prioridad, pues finalmente son el canal preciso para darle una mejor cara al futuro que nos espera. Buenos maestros conllevan a mejores estudiantes. Mejores estudiantes conllevan a mejores ciudadanos. Mejores ciudadanos conllevan a una mejor sociedad. Es muy fácil entender esto, pero, aparentemente, es bastante difícil de comprender para algunas personas, especialmente, para aquellas que toman las decisiones de este país. Está claro que no es un tema de generar resultados a corto plazo, pero al largo plazo es verdaderamente la única manera de salir del hueco y de cambiar el mundo.

Decir que no hay recursos para mejorar la calidad de vida de los docentes y, por ende, la calidad educativa de nuestros estudiantes, no es una respuesta válida que puede dar el Gobierno nacional, pues eso es como decir que no queremos invertirle al futuro de Colombia. Por el contrario, la bandera de todo gobierno debe ser la de mejorar las condiciones educativas, la de hacer más instituciones, la de dar mejores herramientas y la de formar mejores ciudadanos.

Porque si educando es la única forma de preservar la verdadera naturaleza del ser humano, entonces ha llegado la hora de invertir para preservarla.