¿Recuerdan ustedes ‘el cuento del gallo capón’? Era un juego de palabras, que podía prolongarse indefinidamente para tomarle el pelo a alguien. Algo de nunca acabar. Es lo mismo que ha venido sucediendo en la ciudad en forma habitual: la burla y el abandono tanto de obras recientes, como de aquellas que son nuestros símbolos. El caso más patente es el del muelle de Puerto Colombia, esa reliquia que en cualquier otro país habrían conservado intacta, pero aquí lo consideramos ‘hijo de menos madre’: una masa de cemento cualquiera, que al parecer nada representa para nosotros. Esto se deduce de la falta de interés para proceder, tanto de las últimas administraciones públicas, como de todas las anteriores. Todo es puro palabrerío y promesas, pero nada concreto. Cada vez que se cae un pedazo, cambian los planes: que lo iban a reconstruir, que lo iban a convertir en sitio turístico, que tantos otros proyectos ilusorios. Se llenan la boca de cifras exorbitantes, pero no ejecutan. Cada vez que el mar se traga un pedazo aparecen en EL HERALDO grandes titulares anunciando que “ahora sí” lo van a intervenir. ¿Estarán esperando que el mar se trague el último pedazo para entonces llorar sobre sus ruinas? ¿Qué queda en realidad de esa imponente obra? Ya casi solo el recuerdo, solo unos pequeños trozos. Más difíciles de recuperar que cuando se pudo hacer algo. ¿Pasará lo mismo que con el Coliseo Humberto Perea, que por el abandono en que estuvo, ahora hablan de demolerlo? ¿Qué con el Hotel del Prado que apenas en su agonía parece empezar a despertar nuestro espíritu cívico? Ojalá no suceda igual con los recién remodelados parques que con tanto esfuerzo recuperó nuestra querida exalcaldesa Elsa Noguera. Ojalá no se repita ‘el cuento del gallo capón’.
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