No me gustó el esquema de los tres volantes de marca en el gramado del estadio Metropolitano. No me agradó que Junior en su casa saliera a esperar y a contragolpear.

No me encantó ver a sus jugadores quemando tiempo y aferrándose al gol conseguido en Ibagué. No me fascinó ver a Tolima dueño de la pelota y la iniciativa. No estuve de acuerdo con dejar a Jarlan Barrera en la banca y a Luis Narváez en la cancha. Pero Alexis Mendoza y sus pupilos ya están en la final y todo lo que se diga del planteamiento sabe a cuento.

Me uno a la felicidad de ese logro que ratifica que Mendoza gana el año en su estreno como entrenador. Alcanzar la Copa Águila II y llegar a la final de la Liga esmeritorio, digno de reconocimiento. Muchas cosas se hicieron bien para conquistar ambos objetivos. Está cerca de la doble corona.

No obstante, sin duda, no vimos la mejor versión futbolística del Junior. Hubo carácter y entrega, plausible. No se tuvo la posesión del balón, rasgo característico de la idea de Alexis desde que está en los tiburones. No se tuvo el control del juego, no se generaron muchas opciones de gol.

El afán por defender la diferencia hizo que el orientador barranquillero traicionara su estilo y pusiera en riesgo su clasificación. Afortunadamente Roberto Ovelar, que está en un 60% de sus condiciones (por la pubalgia que lo afecta), se inspiró y apagó la angustia.

Finalmente se le dio el resultado al Junior. Sin embargo, hay que mejorar demasiado y, quizá, pienso yo, volver a lo de antes para enfrentar al Nacional.

Espero que no se amañe con eso de jugar con los tres volantes de marca como anfitrión. De visitante, en estas instancias, lo justifico; de local, empezando el partido de vuelta de una serie que apenas se gana 1-0, no, a pesar del avance, no.

PSDT: no sé, ni quiero discutir si Ímer Machado pitó bien o mal, si fue un error o no anular el gol de Toloza en el primer tiempo, de lo que estoy seguro es que

Junior no debe permitir que lo nombren en ninguno de los dos partidos de la final.