´El choque de trenes entre los separatistas en Cataluña y el Estado español se ha acelerado de forma muy peligrosa. El lunes, el Parlamento catalán aprobó, solo con los votos mayoritarios de las fuerzas nacionalistas, una moción que inicia la “desconexión” de esta parte del país del resto de España con el fin de crear una república independiente. Este proceso prevé que desde el Parlamento se pongan en marcha de inmediato las labores para construir organismos estatales propios, como una agencia tributaria y una seguridad social. El proceso constituyente debería concluir dentro de 18 meses con la celebración de un referéndum para ratificarlo.
La respuesta del Gobierno central no se ha hecho esperar. El miércoles se aprobó en una reunión extraordinaria del consejo de ministros un recurso contra la moción catalana ante el Tribunal Constitucional. También ayer los jueces aceptaron este recurso y prohibieron la ejecución de la moción catalana bajo amenaza de inhibir a los altos cargos de sus instituciones. Sin embargo, los nacionalistas no piensan plegarse ante los órganos de Justicia estatales y han rechazado la legitimidad del Tribunal Constitucional. El presidente de España, Mariano Rajoy, fue rotundo: “Cuando se prescinde de la ley, se renuncia a la democracia”. Palabras mayores.
¿Y qué pasará a partir de ahora? A pesar de que las posiciones se radicalizan y los intercambios de declaraciones suben de tono, ambas partes –Rajoy y el presidente catalán en funciones, Artur Mas– aseguran que están abiertas al diálogo. Pero dadas las enormes diferencias que les separan no parece que haya nada de qué hablar. Otro problema grave es que los principales interlocutores están tocados. Rajoy y Mas son lo que en EEUU se llama un “pato cojo”. Junts pel Sí (Juntos por el Sí), la lista heterogénea con la que Mas ganó las elecciones regionales de septiembre, no tiene mayoría suficiente y necesita los diez diputados de la CUP, un partido tan nacionalista como anticapitalista. El pasado martes, en la primera votación para renovar a Mas en la presidencia, la CUP se pronunció en contra y, salvo sorpresa mayúscula, lo mismo volverá a ocurrir en el segundo intento este jueves. La CUP reprocha a Mas los casos de corrupción en su partido y los duros recortes sociales de su gobierno.
Al otro lado, Rajoy también está luchando por su supervivencia política ya que su Partido Popular muy probablemente perderá la mayoría absoluta en las elecciones generales el 20 de diciembre. Irónicamente, el desafío de los soberanistas en Cataluña puede ser una oportunidad para el presidente español. Presentándose como el máximo garante de la unidad de la nación, podría hacer olvidar los escándalos de corrupción en su partido y las críticas a parte de su gestión de los últimos cuatro años.
Obviamente, la campaña electoral no facilita el diálogo que fingen ofrecer los dirigentes políticos y que reclama la sociedad, tanto la catalana como la del resto del país. Habrá que esperar al 2016 para ver avances en este conflicto territorial.
@thiloschafer


