Aquella vez cuando se quedó solo, ante la mirada impávida de un país, que sin decir nada, observaba como le decían al que le cabía el equipo en la cabeza, que ya no iba más.

A Macnelly Torres, también aquella vez, como muchas otras veces en estos menesteres del fútbol, al que llena de alegría las tristes tardes en los estadios, le estaban pidiendo la camiseta. Los técnicos de hoy, esa clase de futbolistas que por sus genialidades están en extinción, no hacen parte de su pentagrama. Se acuerdan de ellos, cuando la noche se les viene encima, el genio y el talento ya no tienen oficio en esta nueva partitura de atletas de corto aliento.

Pasó el tiempo, y la tropa argentina que comanda la nave tricolor, ante la poca claridad de su nuevo proceso, se acordó de aquel que una vez habían desechado porque no estaba en forma. Con una sola pierna, bajo de forma, como sea, el que sabe no se puede quedar viendo lo toros desde la barrera. La segunda oportunidad le llegó al talentoso jugador. Habrá que ver, y esperar como lo van a utilizar, si va a jugar retrasado para desahogar la salida o, si lo hará por el sector derecho, por el izquierdo, o será el enlace para los que están arriba. Me quedo asombrado con toda esta montaña de conceptos, con todas estas limitantes de orden táctico, como si para el que está revestido de esa magia inexplicable, tales conceptos le fuesen necesarios. Pregúntenle al ‘Pibe’ Valderrama cuál era el libreto que tuvo que aprenderse de memoria para brillar con luz propia en aquella selección que dirigió un negro grande, hoy olvidado por todos.

Lo que ellos saben, esos que llevan el 10 en la espalda, no está escrito en libreto alguno, pertenece a un estado del alma que aflora cuando las gotas de ese sudor mágico frotan la lámpara de su imaginación para convertirse en genios. A ellos hay que decirles, “Haga lo que quiera, pero hágalo bien”.

La llave de esa luz mágica que necesita este nuevo proceso, está en los botines de esta especie en extinción, siempre y cuando lo utilicen bien y, le den la confianza que tanto necesita.

De todo ese conglomerado de estrellas que conforman nuestra selección Colombia, el diferente, el que le cabe el equipo en la cabeza, el de las ideas, el que desequilibra con sus pelotazos y es mortífero con sus asistencias al gol, se llama Macnelly Torres. Los demás se complementarían con las ideas venidas de esa forma de jugar. La danza del buen pie, sinónimo de talentosos, que abundan en el conglomerado ayudarían a retomar aquel perfume que lideró el de los rizos de oro. Sí, porque todavía aquella danza que se quedó en la retina y el corazón y que jugaba al compás de un tambor lejano, no la he vuelto a ver.