Narcos es de Netflix pero no es Netflix: no puede compararse con House of Cards o con What Happened, Miss Simone?, el documental sobre Nina Simone que es, de lejos, la mejor producción de este canal. Aun así, este “drama criminal” atrapa pues, guste o no, Pablo Escobar es el personaje más fascinante de nuestra historia y siempre queremos saber más sobre él. Esta vez, la historia se apoya en una profunda investigación que se remite a los inicios del narcotráfico en Chile en tiempos de Nixon, el presidente gringo que inició la guerra contra las drogas. De la serie también gusta su estructura, mezcla de seriado, telenovela y documental. Y la voz del narrador en primera persona, que le imprime verosimilitud.
De resto, todo son pérdidas.
De entrada molesta la torre de Babel. En el afán por hacer una serie latinoamericana, cada actor habla en el idioma o el acento propio de su país (los protagonistas son un brasilero y un gringo), lo que la convierte no en una serie para Latinoamérica, como pretenden venderla, sino para los latinos que viven en Miami. Miami es el decorado de Narcos. Basta ver las camisas floridas que usa Escobar, más propias de Miami Vice que de Medellín.
No es lo peor. Los diálogos son de una pobreza ramplona. No hay uno solo ¡ni uno! que amerite recordación. ¿Cómo hermanar las frases de este Escobar con las de Frank Underwood? House of cards es una serie inteligente mientras Narcos es su hermanito pobre al que su padre no le dio dinero para educación.
El dinero en esta serie corre a manos llenas, lo que no redunda en su calidad. Qué cochada de malos actores los que aquí trabajan y ¡qué pésimo casting! Salvo Boyd Holbrook y Juan Pablo Raba, los demás parecen asistir a su primera clase de actuación: ¿el problema no son los actores sino el productor y el director?
La serie muestra entre sus perlas que, igual que a Belisario en la Toma del Palacio, durante la fuga de Escobar a Gaviria se le ocultó valiosa información. No fue él, a quien se muestra como cobarde y pusilánime, quien en ese momento tuvo las riendas del país, sino –aparentemente– uno de sus ministros cuyo nombre se calla pero de quien se informa que tenía el mando sobre la tropa: ¿el hoy candidato a la Alcaldía de Bogotá, Rafael Pardo? La serie insinúa que este ministro se alió con el Cartel de Cali y envió soldados a La Catedral, no para capturar a Pablo sino para aceitarle la fuga. ¿Narcos se toma demasiadas libertades con la historia patria o cuenta esa verdad que nos ha sido esquiva y sólo los extranjeros se atreven a contar?
La serie sobre Escobar que hizo Caracol TV, El patrón del mal, pecó por exceso de subjetividad al amañar la historia a la que el público de ese canal quería ver. La versión de Netflix se cuenta desde la mirada de un agente de la DEA y, como en toda película gringa, es él quien siempre tiene la razón y quien, al final, gana. ¿Cuál de las dos versiones es la verdadera? No hay nada más falso que la verdad pues, cuando muchas personas ven al tiempo una misma escena, cada una la entiende, la siente o la reconstruye de diversa manera. En este caso, ambas son ficción, de modo que no importa cuál cuenta la historia real sino cuál es la más verosímil.
@sanchezbaute