La noche inspirada de ese primer tiempo contra los verdes de la Sultana del Valle, fue rubricada con diamantes convertidos en goles. Uno de ellos, pasara a la historia, por su semejanza, que una tarde inolvidable un brasilero llamado Dida convirtió en el viejo estadio de la 72.

Ese mismo ariete, considerado el mejor de todos los tiempos, inmortalizó su nombre con otra perla de esas, donde el jugador se acuesta en aire y ejecuta como un mago ese gol que enloquece y deja sin respiración, bautizado como ‘chilena o chalaca’.

Dicen, que en las noches de luna llena, en los rincones ausentes del Romelio y el Eduardo Santos, se escuchan como fantasmas las voces de los miles de aficionados que tuvieron el privilegio de ver esas dos dianas de antología.

La memoria guarda en la retina y en el corazón los recuerdos del ayer, una manera de evocar el pasado cuando la nostalgia nos arropa.

La noche en referencia, inspirada y jugada con una partitura desconocida en esa primera parte del juego, se magnifico por la brillantez del soberbio gol anotado por el diminuto Vladimir Hernández.

Lo apoteósico del instante nació en los pies del novato conductor del momento, que le coloco la pelota como con la mano a la zona de candela, para que este ejecutara como los maestros esa finura de dormirse por segundos en el aire y, sin mirar a la portería, porque no hay tiempo para ello, en un alarde de dominio de la gravedad, patear el balón para que este se duerma en la malla contraria ante la incredulidad y el éxtasis de lo que acaba de suceder.

La faena de ese momento tenía el sello de oro para guardarlo para la posteridad. Los anales de la historia serán los encargados de enmarcarlo como una joya de infinito valor ejecutada en el majestuoso coloso del Sur.

Seguramente, cuando el tiempo haya borrado las huellas de la memoria, los fantasmas perdidos en las noches donde la luna se asemeja a una linterna solitaria, evocaran, como una película, las diabluras de ese pequeño jugador, que una vez con la camiseta del equipo Junior, se acostó en el área de candela y, mirando las estrellas de esa noche, ejecutó una faena difícil de olvidar.

Este gol no se puede comparar con el ejecutado por James Rodríguez, así, aquel haya traspasado las fronteras de lo intocable, este tiene el olor a mar, el sabor a cumbia, traspasa las cuerdas sensibles del ser, porque Junior es eso, y mucho más.