Todos queremos sentirnos amados, todos necesitamos de otro para sentirnos plenos. El amor es tal vez uno de los deseos más recurrentes en el ser humano; queremos sentirnos importantes para otro, queremos que nuestra vida sea acompañada por algún grado de significancia para otro ser humano, queremos que alguien nos acompañe en la experiencia de vivir.
Dar y recibir amor es quizás uno de los actos más llenos de sentido para cada uno de nosotros, y sin embargo, ¿cuántos de nosotros sabemos donde se comienza a construir el amor?. Este es uno de los interrogantes más interesantes que la psicología moderna trata de resolver, dónde y cómo se construye el amor.
Varias investigaciones dentro de las neurociencias sugieren que esta emoción tan importante para todos nosotros comienza en el cerebro con una base genética que crea la estructura funcional que permitirá la expresión de esta emoción, algo así como las herramientas básicas necesarias para experimentar dicho sentimiento, que dependen de un coctel de químicos basados en la oxitocina, que es la hormona de la felicidad y la primera que se halla presente cuando se presenta el momento en que ingresamos a la vida. Puesto que la oxitocina es, también, la encargada de dar inicio al trabajo de parto.
Pero mas allá de hormonas y partes cerebrales, el amor es una cuestión de empatía, contacto y vínculo, es precisamente cuando logramos esa conexión especial que podemos sentir amor, y la primera conexión es con nuestros padres y familia, luego con nuestros pares y amigos, profesores y finalmente pareja; así como se forjen estas relaciones, estos vínculos iniciales, así formaremos los siguientes vínculos en nuestra vida.
Si los vivenciamos como positivos y fuertes proseguiremos buscando este tipo de relaciones y si son mal sanos y dañinos es posible que busquemos también este tipo de emoción, finalmente somos animales de hábitos y nuestra historia define hasta cierto punto el tipo de hábito o sensación que buscaremos una y otra vez.
Y digo hasta cierto punto, porque aquí radica el verdadero poder de nuestro interior, ese que permite reflexionar y razonar alrededor de aquello que repetimos constantemente, el que de alguna manera nos muestra el camino y nos permite hacer conciencia sobre el tipo de relaciones que preferimos, para así comenzar a revisar si realmente se trata de una circunstancia externa o de una historia que nosotros mismos hemos permitido y fomentado.
El secreto está en mirarnos profundamente en el espejo y comenzar a tomar la responsabilidad de aquello que nos corresponde, y saber que así como somos capaces de dar amor, podemos recibirlo, sabiendo que el verdadero amor es tranquilo, incondicional, transparente, es confiar y no es responsabilidad de otro.
Es la construcción continua, que hacemos desde nuestro propio interior, invitando al otro a hacer parte de esta construcción, nuestra parte es saber dar y saber recibir sin esperar del otro la responsabilidad de construir lo que no le corresponde, al final nadie puede amarnos si nosotros no se lo permitimos, y esto sólo pasa en la medida en que nos amamos a nosotros mismos.
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