Sentada frente a mi página en blanco, la voz de Serrat me llega desde el equipo de sonido, mientras releo un pie de foto que ilumina su sonrisa: “Amo el calor, el agua y el mar”. De fondo, la música: el sol nos olvidó ayer sobre la arena, nos envolvió el rumor suave del mar, tu cuerpo me dio calor…y allí en la arena, entre los dos, nació este poema de amor para ti…

Jirones de nostalgia de los que nos enamoramos oyendo sus canciones que después de 50 años siguen siendo actuales. Este CD que ahora escucho está reemplazando (para protegerlo de algunos rayones), al que el amor de mi vida me regaló, la Antología 1968 – 1974: Porque te quiero a ti, porque te quiero, cerré mi puerta una mañana y eché andar… Son los tiempos del exilio para Serrat: “1975, los últimos fusilamientos de Franco. Me afectó mi creatividad. Desde México me parecía que el proceso de la muerte de Franco no acababa nunca. Pero tuve también la suerte de conocer un país como México, e intimar con él y su gente”.

Releo otra pregunta: ¿cómo ve la España actual? Responde: “Como democracia que debe defender a los ciudadanos de uno en uno, por encima de cualquier cosa, y por tanto, con una sanidad justa, una enseñanza gratuita para todos y una justicia rápida y eficaz”. En ese instante suena una de sus canciones más bellas: uno se cree que los mató el tiempo y la ausencia. Pero su tren vendió boleto de ida y vuelta. Esas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas, que te tienen tan a su merced como hojas muertas, que te sonríen tristes y nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve…

Esas cosas pequeñas tan grandes. El sol. El mar. El soñar con ira, que no les corten más la risa a los niños.