El callejón del Progreso (K 41) y el de 20 de Julio (K 43) junto con la calle San Blas (C 35) eran, en los años 40, el epicentro del comercio local. De esa época, subiendo por 20 de Julio desde el Paseo Bolívar, recuerdo los siguientes negocios: el almacén Philco, de Juan Isaza; Farmacia Guevara, calzado La Ducal, de Tomás Molinares; la Gran Vía, de Pepe Paternostro; las oficinas de la Compañía Colombiana de Tabaco; El Tía, donde antes estuvo el taller y bomba de gasolina de Rodolfo Eckardt; Carlos Dieppa, Óptica Floro Manco. En el edificio Matera, el almacén Tropicana, de Antonio Escribano; el bar Metropol, Blas Movilla, Club Barranquilla, la Compañía Colombiana de Electricidad. Panadería La Flor del Trigo, de los Martínez Aparicio; El Alambre de Oro, la Librería Nacional. Almacén Murcia, con su lema: “Su radio será un Philips y Murcia se lo vende”; Joyería Parker, de Egberto Álvarez; Foto Tepedino, de Domingo y Miguel Tepedino; Farmacia Imperial, de Javier Vélez; Puente & González, Farmacia Colombiana de Izaguirre, la Clínica del Dr. Kiujan. En el edificio Nico: J. Glottman. En los altos del edificio Emiliani: la Emisora Variedades y su “proscenio del éter”. Entre Santander y Obando había consultorios médicos de los doctores José Botero, José Vicente Concha Venegas, AugustoBalcázar, Eduardo Llinás Olarte, Díaz Puello, Dolcey Manga y Anastasio del Río. El gran futbolista Severiano Lugo y las familias Verano, Arístides Noguera, Celia, Lascano, Burgos, Matera, Virgilio de la Cruz, de Laboratorios Delacroix, que producía el Guayacerol, y las González Rubio, dueñas del Santo Sepulcro. En Obando, la Bodeguita, de las Esparragoza, y entre Medellín y Sello: las familias Díaz Granados, Piñeres y Alfredo Steffens, fabricante de la famosa Mentolatina.

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