Sin ánimo de comparar a las víctimas del terrorismo en París con la trivialidad telenovelesca de nuestro país, mientras en el mundo esta semana continuaba el debate shakespereano de ser o no ser Charlie Hebdo, el Hamlet nacional enfrentaba la dualidad de diomedizarse o no tras el inicio de la serie sobre ese gran cantante de vallenatos que nos legó una inmensa herencia musical, cuya vida privada no me interesa defender.
Luego de la manera caricaturizada como presentó tanto a los personajes como el ambiente costeño en su serie La Playita, RCN trae ahora a las pantallas una gran producción de la que, al menos en los capítulos iniciales, vale la pena resaltar la frescura de sus paisajes y el manejo de la cultura regional.
Alejada del encerramiento común en estudios, que igual podrían ser de Televisa como de Venevisión, se respira Caribe en estos escenarios naturales repletos de calor y color local, así como en el lenguaje y el acento de sus libretos. Corotos, embuste, animalejo, corroncho o chismes (para referirse a los trastos de la cocina) son palabras que no necesitan explicación en el contexto de una frase. Así hablamos y es lo que somos: ni mexicanos ni venezolanos ni españoles, pero sí muy costeños.
En la puesta en escena de la vida del Cacique de La Junta (en todas partes se habla de ella, para bien o para mal, y eso no es más que publicidad), también vale la pena celebrar la dirección de actores, pues la mayoría de ellos nunca antes había pasado frente a una cámara y hoy sorprenden con su talento natural. En este sentido, las actuaciones de los niños Juan Bautista Escalona o Sofy Araújo se roban todos los aplausos.
La novela está rayando el éxito no solo porque universaliza la aldea sino porque tiene una personalidad clara y muy marcada que, hasta el momento, no ha evitado hablar de temas como el contrabando en la región o de presentar a un Diomedes mujeriego desde su adolescencia.
Ojalá la historia siga el curso verdadero de sus acontecimientos y lo siga mostrando tal cual habita en la memoria nacional, involucrado con la muerte de Doris Adriana Niño y otros episodios lamentables de su vida privada, originados en su adicción a la cocaína. Sería la manera de evitar endiosarlo aún mucho más o de hacer de su biografía una apología del antihéroe.
Posdata: Valledupar se ha visto inundada de policías de tránsito que buscan llamar la atención sobre el cambio del sentido vehicular en varias de sus principales vías, una medida que, a todas luces, resulta muy positiva para la movilidad. Sin embargo, la cantidad de accidentes registrados hasta el momento (luego de un nuevo choque en la esquina de la carrera 8 con calle 9D, al momento de escribir esta columna un motociclista se debate entre la vida y la muerte), confirman que esta medida no ha sido suficiente. Quizás con flechas pintadas directamente sobre el pavimento, al menos estas semanas iniciales valdría la pena implementar una mayor señalización. Aunque también vale la pena recordarles a los conductores que, a pesar de estos cambios, al hacer los respectivos pares hay que continuar confirmando a lado y lado que puede cruzarse la calle.
@sanchezbaute