El 76% de la población total del país se localiza actualmente en las ciudades y se estima que para 2035 representará el 83%. Esta realidad incluye un hecho adicional impactante: el 85% del PIB nacional actual se genera en las principales ciudades del país.
El desarrollo de Colombia está anclado en sus principales centros urbanos. Del modo como se gestione el desarrollo de nuestras ciudades dependerá, indiscutiblemente, el desarrollo de toda Colombia. Por esta razón desde el DNP se puso en marcha la Misión de Ciudades, la iniciativa que definirá una política pública a 2035 para que los grandes municipios del país sean auténticos motores de desarrollo.
Los objetivos de la Misión Ciudades son claros: mejorar la calidad de vida en los centros urbanos, promover la productividad, impulsar la conectividad, fortalecer la planeación con enfoque sostenible y alcanzar una mayor coordinación institucional. En resumen, pensar hoy la ciudad que queremos para hacerla posible en el futuro. La Misión Ciudades señala también que no sirven las soluciones generales sino que deben ofrecerse oportunidades adaptadas a cada ciudad. Con este último aspecto como base, vale la pena preguntarse: ¿qué papel le espera a Barranquilla?
Barranquilla es una ciudad “grande y joven” y, como otras urbes dentro de esta categoría, se caracteriza por su dinamismo, su gran influencia en el eje que conforma junto con Cartagena y Santa Marta gracias a su oferta de servicios sociales, su mercado laboral y su oferta de entretenimiento, pero también presenta deficiencias sociales, informalidad laboral y altos niveles de pobreza.
En ese contexto, la capital del Atlántico tiene todo lo necesario para convertirse en el referente del Caribe colombiano y ser el centro de las actividades económicas, especialmente en los sectores industrial, comercial, portuario y cultural. ¿Cómo lograrlo? Aunque la respuesta no es simple, Barranquilla puede transformarse en la puerta de Colombia en el Caribe si considera tres aspectos claves para su desarrollo.
El primero, la ciudad debe comprender que no está sola. Esto significa que debe pensar en generar sinergias con otras ciudades y crear proyectos que tengan impacto regional. El Diamante Caribe –que incluye el Caribe colombiano y los Santanderes–, es un buen ejemplo de cómo Barranquilla puede vincularse a una región para impulsar convergencias que les permitan afrontar retos, entre ellos, la especialización económica de cada una de las urbes que forman parte de la iniciativa, la mejora de la infraestructura o el acceso al agua potable.
El segundo aspecto es fortalecer el Área Metropolitana como un espacio de trabajo coordinado para enfrentar desafíos como la construcción de vivienda social, el acceso a servicios públicos y la conectividad. Y, tercero y final, debe entender e incluir a los jóvenes en su proceso de desarrollo, porque sin atender sus problemas, las políticas públicas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, no tendrán éxito.
La Costa Caribe y Barranquilla tienen la gran fortuna de contar con una población joven, que representa la base para el futuro de la región. Por eso, tenemos que pensar nuestros centros urbanos con visión a los próximos 15, 20 y 25 años. Es necesario dejar atrás los proyectos cortoplacistas y plantearnos desafíos que trasciendan generaciones. Solo así haremos realidad las ciudades que ahora solamente imaginamos.