No hay nada peor para los médicos hoy en día que los pacientes especializados en la Facultad de Medicina de Google. Saben más que cualquiera, traen el último dato que se leyeron en una página de internet de quién sabe qué procedencia pero les sirve de argumento para cuestionar tal o cual cosa de su diagnóstico o de un medicamento que le hayamos prescrito.

Ya no es como antes que el paciente llegaba diciendo que su madrina, o su pareja, o el señor de la farmacia, le habían dicho que no se tomara esas pastillas por la razón más insólita que puedan imaginar. Cuando esto sucedía en la consulta mi respuesta eran una serie de preguntas para poner las diéresis sobre las úes: Disculpe, ¿esa persona que usted menciona es médico? No, doctor. Entonces, ¿no le parece que por muy bruto que yo sea sé más que esa persona? Sí, doctor, pero no se enoje. Claro que estoy enojado, me molesta que después de más de 20 años de estar ejerciendo como psiquiatra venga una persona que no sabe nada de medicina a sabotear un tratamiento con un supuesto conocimiento que no es más que el atrevimiento de la ignorancia. Lo único que le acepto es la opinión de un especialista porque usted tiene derecho a una segunda opinión.

Ahora hay un vademécum en cada casa donde tengan internet y es más fácil acceder a la información sobre medicina, la cual no es necesariamente científica y se encuentra uno con montones de locuras en un rango que va desde opiniones que dan a entender que la cosa no es tan grave, hasta el extremo aterrorizante en el cual el paciente cree que está peor desde cuando empezó a tomar el medicamento.

Un paciente llegó a consulta con una bolsa llena de exámenes de laboratorio y gabinete y con estos aires de sobrado: doctor, vengo para que me trate un F510 para el cual me han mandado un montón de pastillas y ninguna me ha servido, ¿sabe de qué le estoy hablando? Sí, señor, es el código del insomnio, le contesté.

Insomnio no orgánico, según la OMS, me aclaró. Pensé ñerda, ¿y esto cómo se come? Me mostró todos los exámenes que le habían practicado para descartar un trastorno orgánico y, efectivamente, todos eran normales. Le dije que si todos eran normales y seguía con el insomnio teníamos que descartar un trastorno psiquiátrico. Me dio la respuesta que da la gran mayoría de personas que tienen ese síntoma: ¿Cómo así?, yo no tengo ningún problema, es pura falta de sueño.

Como sé que entraríamos en una discusión inútil acerca de su negación, que es un síntoma, recurrí a la maniobra que despeja las dudas y les permite entender que sí hay algo, le recité los ítems que cita la OMS, a propósito, para depresión y ansiedad y reconoció tener de ambos los suficientes para hacer esos diagnósticos. ¿Se da cuenta que los dos trastornos tienen como síntoma común el insomnio? Sí, doctor, concedió. Entonces, en lugar de tratarle un F510 con un inductor del sueño, debo prescribirle para un trastorno mixto depresivo ansioso, o sea, un F412, según la OMS, le dije y puso cara de contento ante el nuevo dato. Acepto el sarcasmo en mi respuesta, era justo.

Enseguida me dijo doctor, ¿me permite hacer una llamada? Claro. Los ojos le brillaban de excitación y entendí por qué cuando entabló la conversación: Mija, ¿cómo te parece?, ahora no tengo un F510 sino un F412, cuando llegue te cuento. ¿Ustedes qué opinan?

Por Haroldo Martínez
haroldomartinez@hotmail.com