Esta columna parecerá extraña, porque voy a iniciarla aplicando una prueba psicológica. Por favor, lea con mucha atención el párrafo siguiente:

“La hermosa joven caminaba por el parque con un ramo de flores entre sus manos, mientras la brisa movía su larga cabellera”.

Ahora ponga un poco de imaginación y, por favor, conteste: ¿Qué flores llevaba entre sus manos la joven? ¿De qué color era su cabellera? ¿Cómo la describiría? ¿Es alta, es baja? ¿Cuál es el color de sus ojos?

Cuando leyó este breve párrafo, Ud. obligó a su cerebro a pensar, a ordenar ideas, a interrelacionar conceptos, a ejercitar la memoria e imaginar; por ende, a mejorar la capacidad intelectual. En cambio, si Ud. hubiera visto la escena de la joven en un programa de televisión, su cerebro tal vez no habría hecho ningún esfuerzo mental.

Daniel Kahneman —que es un psicólogo premio Nobel de Economía por sus trabajos sobre pensamiento económico— ha demostrado, mediante experimentos, que nuestro cerebro es perezoso, que no le agrada trabajar; que le gusta operar a través solo de percepciones y sentimientos. Es decir, opera con lo que ve, lo que escucha, lo que huele o lo que siente. Incluso, en uno de sus libros se pregunta por qué nos interesan tanto los chismes. Porque a la mente le es fácil y entretenido etiquetar los errores de los otros sin tener que hacer ninguna comprobación.

Es fácil contar un chisme acerca de alguien, pero si yo le preguntara cuáles son los límites geográficos de Colombia, o cuánto es 346 x 18, Ud. tendría que poner a trabajar la mente para contestar. Y ese es el papel que juega la lectura, la escritura, las matemáticas: nos saca de nuestro cerebro la pereza.

El cerebro es, en algún sentido, tejido muscular, y leer es el mejor ejercicio para desarrollarlo. El desarrollo de la mente es muy parecido a la construcción de un edificio. En los primeros años se estructuran los cimientos que darán solidez a todo el edificio mental; es cuando más cosas podemos aprender y el mejor momento para adquirir hábitos positivos, como la lectura, que nos acompañarán toda la vida.

La lectura es una de la actividades más beneficiosas para la salud, ya que estimula la actividad cerebral y aumenta las reservas cognitivas; así, al llegar a la vejez, gracias a este hábito, podrá prevenir y retardar la pérdida de la memoria y otras funciones cognitivas asociadas a la edad.

A pesar de que se publica más de un millón de libros al año, es lamentable que sean tan costosos y nuestro perezoso cerebro prefiera entretenerse con la televisión y los contenidos chatarras de la Internet, que en la mayoría de los casos hacen más perezoso nuestro cerebro.

Hace poco, asistiendo a un evento en el Centro de Convenciones de Cartagena, un conferencista internacional inició su intervención relatando que había salido a caminar por las calles de La Heroica buscando una librería. Después de caminar seis cuadras con ese calor, no encontró ninguna. Pero pudo contar catorce puntos de venta de chance.

Es tan escaso el interés de nuestras ciudades por la lectura, que las librerías que sobreviven mantienen casi los mismos títulos por años. Y sus principales novedades son libros de superación personal, biografías de mafiosos y otras bagatelas. Por eso, felicitamos a Bogotá por la Feria del Libro, que estimula a muchos a leer y a escribir.

A propósito, recientemente me encontré con el escritor Ramón Bacca, quien me comentó que había estado hablando de mí con un amigo, y por mucho esfuerzo que hizo no pudo recordar su nombre; le pregunté en broma si lo estaba molestando el alemán —haciendo referencia a la enfermedad de Alzheimer—, y me contestó: “No tengo ningún problema con el alemán, el que me molesta es el italiano”. ¿Quién es?, le pregunté, y me contesto: “Franco Deterioro”.

Por José Amar Amar
joseamaramar@yahoo.com