Sin la Valorización I, Barranquilla sería otra, no comparable con la actual. El Paseo Bolívar sería la arteria deteriorada y oscura de antes. No existiría esa gran área verde e iluminada que es la Gran Plaza de Bolívar, afectada aún por el cascarón de la Caja Agria, para la que se demolieron tres deterioradas manzanas del Centro; nuestra Circunvalación seguiría siendo esa misma carretera estrecha y caótica de antes, ya que fue el empujón inicial con el tramo construido con recursos de valorización lo que motivó al Gobierno central a financiar su ampliación desde La Cordialidad hasta la Vía 40 y desde Murillo al puente Pumarejo, incluyendo el barrio Simón Bolívar; y la nueva rotonda de la 17 existe por la compra de predios con recursos de esa valorización. Fue el megacolegio Santa María el que inició la senda de estos en la ciudad. A la prolongación de la carrera 46 sobre Barranquillita, para lo cual fue indispensable la reubicación de los vendedores de pescado y muchos habitantes de las llamadas colmenas, financiado todo con estos recursos, solo le falta la glorieta cuando terminen de demoler la antigua Fábrica de Licores del Atlántico que ha impedido su construcción, para empalmarla con la Avenida del Río y su malecón León Caridi, construidos también con esos aportes, y que son hoy una feliz realidad.
La valorización I logró que se realizaran proyectos que le cambiaron el rumbo a Barranquilla y nos devolvió el sentido de pertenencia a los barranquilleros. La valorización II no es para terminar obras inconclusas de la primera, sino que resulta complementaria porque incluye una variedad de proyectos que continuarán el cambio que la ciudad requiere desde el punto de vista urbano y de movilidad, como lo son las ampliaciones y remodelaciones de las carreras 51B, 53, 70, 79 y 54, esta última, al igual que la calle 84, con soluciones para sus caudalosos arroyos, la continuación de las carreras 4 y 8 para eliminar tapones urbanos, así como la urgente necesidad de reubicar vendedores estacionarios del centro histórico e iniciar con esto la recuperación del mismo, que es uno de los lunares protuberantes de esta capital; transformar estadios y recintos deportivos, como el Tomás Arrieta, el Coliseo Cubierto y el Moderno, y espacios públicos que la ciudad requiere, como lo son las plazas de San Roque, de San José, del Hospital de Barranquilla y el Jardín Botánico.
Así como sucedió con la valorización I, que cambió el rumbo de nuestra ciudad, logrando el reconocimiento nacional y dejando atrás a la Barranquilla de los miniproyectos, la valorización II proyectará aún más la percepción, basada en hechos reales, de que nuestra ciudad sigue creciendo, cambiando para bien, actualizando sus necesidades viales, ampliando sus espacios públicos, apoyando nuestra necesidad deportiva, y creando las condiciones para exigirle más apoyo institucional y financiero al Gobierno Nacional, que regularmente premia a quienes hacen esfuerzos y cumplen metas. Hay que demostrar que el renacer de Barranquilla no obedece exclusivamente a nuestra privilegiada ubicación geográfica que es un regalo de la naturaleza, ni a una transitoria gestión de gobierno, sino que arrancó para seguir ese rumbo de progreso, en el que a los barranquilleros nos corresponde la cuota de sacrificio que representa cumplir con nuestro aporte económico. Por eso apoyo la valorización II.
Qué afortunada fue Barranquilla al no prosperar las demandas y movimientos contra la Valorización I, y así mismo, cuando dentro de unos 3 o 4 años nuestra ciudad muestre otra cara y otra dinámica, fruto de esos proyectos y obras, deberemos nuevamente agradecer que no haya prosperado el movimiento del No a la Valorización II. Aclarando que no son comparables las valorizaciones de Bogotá y Barranquilla. Por algo la capital pasa por uno de sus peores momentos y Barranquilla por uno de los mejores. ¡No comparen!
Por Nicolás Renowitzky Renowitzky
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