Las patrias no nacen solas, las levantan los discursos, los himnos, las armas y los símbolos. No es raro que, en su nombre, se pida obediencia o se niegue la voz a quienes no encajan en la idea dominante de lo que «somos». Me pregunto, por ejemplo, qué tienen en común un indígena del Cauca y un barranquillero, o un llanero y un wayuu.
El 25 de noviembre no debe llevarnos exclusivamente a la revisión de cifras y al desarrollo de diversos eventos conmemorativos, sino a una consciencia y compromiso por transformar imaginarios sociales que arraigan y normalizan las violencias de género.
Ya le dije a Samuel que me invite para el encuentro del año entrante porque sé de los aportes que puedo hacer a esta interesante idea de cambiar el esquema mental de las personas hacia la alegría, a partir de lo que puedo aportar desde la bacanería y, también, desde mi condición de psiquiatra de niños, adolescentes y adultos.
Su manera de gobernar —basada en la crítica constante a quienes piensan distinto y en la desconfianza hacia los sectores tradicionales— ha provocado una fractura no solo con sus opositores, sino también con muchos de sus aliados.