Según podemos leer en Mateo 22:28-34, Cristo es exactamente esto; Un libertador. En esto se convirtió en aquel momento en que respondió a la pregunta de alguno de sus seguidores, sobre cuál era el principal de los mandamientos. “El primer mandamiento es: Amaras al señor TU DIOS con todo tu corazón con toda tu alma y con todas tus fuerzas y el Segundo es semejante al primero: amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Encuentro en esta respuesta, la forma de ser realmente libres. Algo que todos los humanos queremos ser y en lo cual, muchas veces, nos vemos contrariados por la multitud de exigencias emanadas de quienes creen ser dueños de la única verdad.
Jesús hubiera podido decir: El primer mandamiento es amar a Dios. Pero no; empezó su respuesta incluyendo un TÚ, que para mi, es muy significativo. Amarás a TU Dios. Todos normalmente tenemos nuestro Dios, ese ser creador de todo lo existente, del cual nada sabemos y que por consiguiente deberíamos estar siempre tras su entendimiento. Con ese TU, Jesucristo nos da a entender que todos normalmente debemos tener la preocupación por entender mejor a Dios: Estudiarlo, amarlo, adorarlo y obedecerlo. Con su respuesta parece ser, que lo único que no entiende Jesucristo, es que alguien, no tenga un dios a quien trata de entender.
A continuación, sin que nadie se lo preguntara, agregó: “Y el segundo es semejante al primero amarás a tu prójimo como a ti mismo” con esta Y parece hablar de lo último de la ley; dándonos a entender que no hay necesidad de más mandamientos. Sobrando entonces, no solamente, los de la antigua ley, sino también los llamados de la santa madre iglesia y cualquier otra ley, como las emanadas del estado o de alguien al estilo de Carreño, que, con sus normas, quiera acabar con la forma natural del pensar humano.
Las leyes humanas se vuelven aceptables si tanto quienes las dictan como quienes se sienten obligados a cumplirlas tienen en cuenta los dos mandamientos de Cristo libertador
Carlos A. Hernández García