Asistimos a la peor época de las fuerzas armadas colombianas.
La concepción popular es que los grupos armados ilegales la tienen a la defensiva.
La política de paz del gobierno permitió el crecimiento tanto de los cultivos de coca como de los narcoguerrilleros, así como su enriquecimiento con este lucrativo negocio.
Esta situación les propició dominar el sur del país, teniendo presencia en más de 400 municipios. Su poder ha llegado a tal medida que grupos de soldados y policías son secuestrados cuando se acercan a estas poblaciones.
Por otra parte, la orden presidencial de no bombardear los campamentos guerrilleros por la posible presencia de menores de edad ha aumentado significativamente su reclutamiento.
Los recientes golpes dados a la policía y el ejército utilizando drones muestran su superioridad armamentística y el temor de la tropa que se demostró con la demora en el socorro a los heridos en el derribamiento del helicóptero.
El futuro no es alentador, ya que el gobierno insiste en procesos de paz que terminarán con Calarcá e Iván Mordisco en el Senado y 20 nuevos grupos disidentes manejando el más lucrativo negocio del momento.
Arturo Baena